Vital para entender la tensa relación existente entre el gobierno de Guatemala y Estados Unidos resulta la entrevista, realizada por Grecia Ortiz y publicada ayer, a quien fue Embajador de ese país y conoce, posiblemente como pocos norteamericanos, la situación que estamos viviendo. Stephen McFarland abordó temas como la soberanía, migración con sus causas y efectos, indigenismo, corrupción, destrucción del sistema de justicia y el papel de la élite empresarial.
Con profundo conocimiento de causa desmenuzó esa tensa relación y lo que el actual estado de cosas puede significar para el futuro, haciendo ver cómo le recuerda la tensión que hubo entre Hugo Chávez y George Bush cuando se esgrimió el tema de la soberanía para repudiar la preocupación de Washington por los derechos humanos y el sistema de justicia.
Sin tapujos dijo que la migración es producto de la frustración que produce la falta de oportunidades y que no hay estímulo para combatirla porque, al fin y al cabo, el crecimiento de las remesas mantiene la economía nacional con el agregado de que quienes más están yéndose a Estados Unidos son indígenas, de esos que, según Giammattei, están conspirando con Estados Unidos para derrocarlo.
Lanza una voz de alerta sobre la destrucción del sistema de justicia y la forma en que se apañan los casos de corrupción, al punto de que se están cerrando uno a uno todos los que fueron presentados, mientras se arman nuevos para perseguir a antiguos operadores de justicia y críticos del saqueo de los recursos públicos.
Importante su reflexión sobre la élite empresarial de la que dice que espera que esté meditando la situación en la que se metió tras su profunda equivocación al dejarse seducir por un proyecto que se propuso deshacer la justicia independiente para proteger a quienes eran señalados de delitos de corrupción (entre ellos el financiamiento inmoral a los partidos políticos) y cayó en el juego de sumarse a la mal llamada defensa de la soberanía, enfrentando a Estados Unidos.
Stephen McFarland es un diplomático de carrera que, como lo pudieron comprobar todos quienes le trataron cuando desempeñó no solo el cargo de Embajador en Guatemala sino también otras funciones del mundo diplomático, es mesurado en sus expresiones que son siempre producto de un maduro análisis de una realidad que llegó a conocer al dedillo, conocimiento que se ha enriquecido al convivir con nosotros como un ciudadano más que, de una u otra manera, siente los efectos de esos vicios que caracterizan nuestra realidad y que se pretenden apañar hablando de soberanía.