Roberto Arias

No cabe duda de que fuerzas políticas extremas han logrado intimidar al Tribunal Supremo Electoral, que sigue directrices exactamente como lo manda la Ley Electoral sin siquiera tomarse la molestia de consensuar entre sus magistrados sobre la conveniencia de la República y de la sociedad sobre si es o no conveniente llamar a elecciones en este álgido momento, en el que vemos y sabemos que el país ha sido gobernado realmente por el crimen organizado y necesita un respiro democrático para renovar lo que debe renovarse e iniciar una nueva etapa de gobiernos.
Ahora que la población abrió un poco los ojos hacia la dura realidad política, social y económica de Guatemala, debido a su carga de corrupción generalizada y su cuasi absoluta impunidad en todos los niveles, puede verse que hay asuntos sumamente importantes que deben ajustarse, incluso dentro de la legislación del país, antes de que se realicen votaciones de una manera imprudente por mandato y por decreto.
¿Cómo puede el Estado o la misma República garantizar al ciudadano una verdadera democracia participativa dentro del contexto electoral cuando han gobernado el clientelismo; la violencia institucionalizada; el craso abuso de los recursos del Estado para financiar propaganda política durante toda la época de gobierno; etcétera?
Es verdaderamente asqueante ver y tener que aceptar la forma abusiva y autoritaria en la que Pérez Molina y la Baldetti derrocharon millones de dólares en la televisión nacional haciendo propaganda al exministro Sinibaldi, para que después, como cualquier despreocupado orangután, se desplace hacia otra rama o partido político, porque se peleó con sus gobernantes patrocinadores. ¿Cuántos niños murieron de hambre en el ínterin?
¿Pero cómo… de qué manera puede ir a las alegres elecciones este abusado pueblo a votar por elementos o candidatos que sabe están inmersos hasta las cejas dentro del inmenso y profundo océano de la corrupción y que quienes manejan los hilos de la eterna componenda no han movido un dedo, con la finalidad de que el corrupto que gane las elecciones no arregle el status de forma tal que “corre y va de nuez”, asesinando una vez más las esperanzas de los guatemaltecos que no saben cómo salir del tenaz infierno de la corrupción que los domina?
El pueblo de Guatemala, en este momento tan puntual de su historia, debe exigir a las instituciones pertinentes un cambio que, de alguna manera cierre las puertas a la corrupción y que los delincuentes sean castigados con penas tan severas que sea prohibitivo verdaderamente meterse dentro de una cadena de corrupción.
El pueblo de Guatemala debe asegurarse de que no entrará de nuevo en la misma asquerosa vorágine en la que ha estado inmerso por siglos, antes de seguir el sucio juego de meterse a elegir nuevos corruptos que simplemente robarán millones de dólares ante la cólera e impotencia de la misma ciudadanía: Pobres y ricos.
No a las elecciones inmediatas. ¡Arreglemos antes las condiciones democráticas verdaderas para elegir!

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