Tomás Creelman
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La frase del título parece describir el actuar de la clase política en Guatemala. Cada año, los guatemaltecos y guatemaltecas hemos visto cómo nuestra clase política ha ido reduciendo su honorabilidad, su decencia y su capacidad de resolver los problemas que aquejan a nuestra sociedad.
De acuerdo con el economista y ex ministro de Finanzas de Grecia, Yanis Varoufakis, el deterioro de la clase política a nivel mundial es el resultado de la influencia de los distintos grupos de poder e intereses creados, en el caso de su país y de Europa, ejemplificados en las grandes corporaciones e instituciones financieras globales.
De tal manera que los políticos aparecen, actúan inmoralmente, amplían sus bolsillos y muchas veces desaparecen para tomar un papel tras bambalinas en las campañas de otros políticos incipientes.
En el caso de Guatemala, hay que ver los apellidos de la élite empresarial, los llamados poderes fácticos, muchos vienen lucrando y ejerciendo el control del país desde la época de la colonia. Están acostumbrados al poder y no hay señales de que estén dispuestos a dejarlo sin que la ciudadanía se los exija de manera contundente.
A ellos se suman el crimen organizado, el narcotráfico y la clase política que genera millonarios emergentes que no pueden demostrar el origen de sus fondos. En gran parte, todos ellos deben ser socios o, por lo menos, aliados, porque de lo contrario no se entiende tanto permisivismo.
En el área central de Guatemala, en un municipio ni chiquito ni grande, La Antigua Guatemala, las decisiones del alcalde municipal, con la complicidad casi total de su Concejo Municipal, han obligado a la población de las aldeas a tener que oponerse a algunas de sus decisiones, tal es el caso de la aprobación de proyectos inmobiliarios y comerciales que no cumplen -según los vecinos- con los requisitos de ley.
De cierta manera, el poder total que ejerce en nuestro país y en nuestro municipio esta clase política organizada, no alrededor de un modelo de desarrollo, sino más bien alrededor de hacer negocios con el erario, tendrá un precio muy alto para la clase política ejemplificada en las alcaldías y especialmente en el Congreso de la República.
A pesar de que la mayoría de los espacios de deliberación y decisión se encuentran cooptados, y para ello basta ver lo sucedido en la Universidad de San Carlos de Guatemala, en el espacio local, donde las decisiones pesan porque afectan el vivir de las personas, hay indicios y señales de que los guatemaltecos y guatemaltecas están llegando al límite del hartazgo y van a actuar.
Algunos ejemplos de hartazgo son las aldeas de Santa Ana y San Cristóbal El Bajo en La Antigua Guatemala, donde los representantes de los Consejos Comunitarios de Desarrollo Urbano y Rural (COCODES) han tenido que recurrir a acciones legales para que se cumpla con la ley. En el caso de la aldea Santa Ana, según los miembros del grupo coordinador de COCODE, el Concejo Municipal de La Antigua aprobó una licencia de construcción a pesar de no contar con un aval del Consejo Nacional Para la Protección de La Antigua. Esto llevó a los vecinos a presentar varias denuncias, motivo por el cual el referido proyecto lleva más de dos meses suspendido y no existe claridad de que pueda subsanar los temas ambientales, de salud y de impacto en la vida de la aldea y del municipio.
En el caso de la aldea San Cristóbal El Bajo, la Municipalidad de La Antigua quiso imponer a una alcaldesa auxiliar, Mónica Aquino, a pesar de haber sido elegido en asamblea el señor Efraín Márquez. La autoridad municipal adujo que el reglamento interno de la Municipalidad de La Antigua permite al alcalde municipal nombrar a quien él considere. Si bien es cierto que el reglamento autoriza al alcalde dicho nombramiento, el Código Municipal, ley de mayor rango, especifica que la alcaldía comunitaria y/o indígena será electa de acuerdo a los usos y costumbres de cada comunidad. El trasfondo de dicho nombramiento, según pobladores de San Cristóbal El Bajo, es la intención del alcalde municipal, el señor Víctor Hugo del Pozo, de llevarse el agua de su pozo para proveer de agua a condominios que se ubican en otras áreas de la región sur.
En La Antigua Guatemala, como en el resto de nuestro país, son personas, llámeseles vecinos, vecinas, campesinos, quienes se están despertando y poniendo límites al mal manejo de nuestros recursos y al pésimo actuar de la clase política. El sentimiento parece ser generalizado, si los políticos han fallado innumerables veces en dirigir el país y los territorios, será responsabilidad de la población organizarse y sacar a esta clase política podrida del poder que solo representa a la oligarquía añeja del país y al crimen organizado y el narcotráfico.
¡La respuesta al mal actuar de la clase política debe ser la organización y la participación política!