Por CHRIS GILLETE
MARIA LA GORDA, Cuba Agencia AP

Los arrecifes de coral y las aguas cristalinas de la costa de Cuba constituyen uno de los mejores lugares para bucear del Caribe. Y, ciertamente, son los mejores conservados del planeta.

Si se levantan las restricciones de viaje que pesan sobre los turistas estadounidenses para viajar a la isla, la hoy remota península de Guanahacabibes podría convertirse en un destino popular.

Su reserva territorial y marina tiene aproximadamente unos 325 kilómetros cuadrados (200 millas) y se encuentra en el lugar más al occidente del país, a unos 216 kilómetros (135 millas) al noroeste de La Habana.

Está enclavado dentro de la costa Caribe, con bosques en tierra firme que se encuentran protegidos, aguas color turquesa en sus playas de arena blanca, y franjas de coral cercanas a las costas, cuyas aguas reflejan la colorida variedad de peces del lugar.

En cierto modo, la península se encuentra congelada en el tiempo como otros aspectos de la vida cotidiana en Cuba, como los automóviles de la década de 1950, o una red de WiFi que brilla por su ausencia.

La falta de cambios ha tenido efectos positivos en Cuba pues ha impedido que los corales de los arrecifes cubanos se degraden, como ha sucedido en otros lugares del mundo. La ausencia de residuos agroindustriales, la escasa urbanización costera y fuertes leyes que protegen el medio ambiente han ayudado a mantener a los arrecifes coralinos en óptimo estado de salud.

Pero varios factores impiden que Guanahacabibes se convierta en una importante atracción turística en el corto plazo.

Aunque el presidente Barack Obama ha relajado las restricciones, los viajes turísticos siguen prohibidos por la ley. El gobierno estadounidense ha dicho que a medida que aumenten las visitas a Cuba, las reformas legales tendrán lugar.

Pero los críticos de la Administración de Obama dicen que esas visitas lo que hacen es llenar las arcas de las agencias gubernamentales cubanas de turismo, como la que manejan los militares que organizan las sesiones de buceo en María La Gorda, como se conoce el complejo turístico vecino de la reserva de Guanahacabibes.

Pese a la prohibición, miles de estadounidenses buscan las maneras para viajar a Cuba. Unos lo hacen desde otros países, como México o Bahamas. Otros certifican que su viaje es educativo o cultural, categorías permitidas por la ley.

Otro impedimento para el auge turístico es la ubicación de Guanahacabibes. Está a cinco horas en automóvil de La Habana y su recorrido se hace por carreteras y caminos tortuosos.

Por último, aunque a los turistas internacionales y a los cubanos adinerados les gustará disfrutar la reserva, especialmente a quienes gusten de actividades subacuáticas, el lugar no ofrece ningún tipo de comodidades a las que los norteamericanos están acostumbrados.

«No, no hay manera de que vaya a estar listo para ellos», dijo Tony Dorland, un buzo estadounidense de 51 años que trabaja en Chicago y ha ido a Cuba varias veces a bucear. Dorland dijo que sus compatriotas estarán listos para ir, pero que esto «va a ser para quienes saben que ésta es la forma cómo los europeos viajan, no la forma como lo hacen los estadounidenses».

El centro de buceo da la sensación de ser un campamento de verano: habitaciones de hotel con servicios básicos (aunque tienen aire acondicionado) y un buffet que sirve un menú poco imaginativo de arroz, frijoles, acompañados de pollo, o ternera o cerdo, platos típicos de la cocina cubana. Y como está situado al lado de una reserva natural, no hay otras opciones para los visitantes.

La carencia de lujos es compensada por los atractivos que ofrece el mar y que pueden satisfacer a los buceadores más exigentes: agua clara, espectaculares cabezas de coral de 18 metros (60 pies) y una abundante vida marina.

Manuel Mons, de 55 años, gerente de marketing de una agencia de viajes estatal cubana, dice que Cuba sólo está preparada para el ecoturismo por su falta de desarrollo y por las rígidas leyes ambientales. Se está buceando en un área protegida, por lo que estas áreas no están bajo la presión que imponen las actividades humanas, dijo Mons que cree que la política es la conservación, por lo que se asume que en virtud de esta política, así permanecerá por mucho tiempo.

Sin embargo, reconoció que si el área quiere atraer y complacer a los turistas estadounidenses en el futuro, tienen que mejorar la infraestructura.

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