Es indudable que millares de guatemaltecos pasan enormes penas como consecuencia del descalabro de la red vial, agravado por las primeras lluvias de la temporada que se han llevado puentes, derrumbado montañas sobre las pistas y generado enormes socavamientos, todo ello producto de la incapacidad de las autoridades para prevenir, dar mantenimiento y, sobre todo, ejecutar honestamente los proyectos relacionados con la infraestructura nacional. Y mientras los usuarios están pasando penas, otros aprovechan para sus tradicionales pepenas.
No es casualidad que el Diccionario de la Real Academia defina la pepena, específicamente para Guatemala, México y Nicaragua como el acto de “robar (tomar para sí o hurtar)” porque ese es justamente el significado que en estos tres países tiene el término y es justamente lo que se busca con los Estados de Calamidad ya dictados para 8 Departamentos. La Hora lo había advertido, sobre todo luego de la presencia de la presidenta del Congreso en Villa Nueva para ver el tremendo hueco que ha desnudado la realidad de Guatemala.
Y es que el Estado de Calamidad facilita la utilización de recursos sin siquiera cumplir con los requisitos de elemental transparencia que exige la Ley de Compras y Contrataciones. Y no es que esos controles funcionen, pero sí que retrasan el derroche de los recursos y no contentos con los más de 3 mil millones que se han repartido para alentar la corrupción y comprar voluntades políticas en esta temporada preelectoral, ahora se despacharán más recursos que serán manejados a sabor y antojo en trabajos como el que hicieron el pasado fin de semana para rellenar el hueco y que significó un derroche millonario que, no por eso, dejó de rendir tajadas para las autoridades.
El colmo de los colmos es que ayer el vocero presidencial ya anunció que están pensando declarar el Estado de Calamidad en todo el país y por tiempo indefinido dada la temporada de lluvias y el riesgo de nuevos desastres naturales. No mencionó que el riesgo mayor no es la naturaleza sino la chambona construcción que resulta de proyectos que sólo persiguen el jugoso reparto del dinero proveniente de sobornos y sobreprecios escandalosos.
Mientras se prepara una nueva piñata para la pepena, no de dulces sino de maletas rellenas de millones de quetzales, la gente sufre la verdadera calamidad. ¿Quieren acabar con la calamidad? Dejen de robar. Y si el pueblo desea superar este fatal y lúgubre Estado de Calamidad que hunde al país, debe plantarse y exigir a los políticos y sus socios contratistas que dejen ya de huevearse el dinero público.