Edmundo Enrique Vásquez Paz
Explicarse uno la mecánica que rige en los partidos políticos en el transcurso de las contiendas, es algo que no resulta fácil. Pero es asunto al que merece prestársele alguna atención.
En una pequeña publicación que data del 2015 (Vásquez, E. Guatemala, un país que merece gobernarse a sí mismo, Serviprensa), ensayé algunas reflexiones al respecto. Su intención era y es provocar la reflexión, animar la imaginación para buscar explicaciones a las tantas incógnitas y buscar figuras para completar con ideas propias la Lámina presentada. Los párrafos aparecen con la numeración que les corresponde en el texto original.
“83. Al margen de mayor pero innecesario detalle, la “competencia” que se da entre los grupos (partidos políticos) o “globitos” en contienda, se puede describir como el esfuerzo de cada uno de ellos por movilizar en su favor a la mayoría de las simpatías de los ciudadanos en condiciones de votar (cuando se da en un escenario de orden democrático y régimen de elecciones) o inclinar a su favor algunas de las fuerzas reales existentes (poder económico, poder militar, poder religioso y todos los demás que uno pueda imaginarse, en otro tipo de órdenes).”
“86. Otro elemento interesante, muy vinculado a aspectos psicológicos, que resulta común a los partidos en contienda electoral es el modo o manera predominante en que tratan de llegar a convencer al electorado de que son la mejor opción. Cada uno lucha por hacer una demostración o manifestación de poder haciendo gala de métodos arcaicos y desdeñando cualquier otra modalidad (por ejemplo, la de optar por ofrecer las ideas más consistentes, más apropiadas y más viables). Estas otras modalidades, generalmente, se desdeñan argumentando que son experimentos muy arriesgados y que lo que se debe hacer es lo que la tradición y la costumbre mandan…
“87. En Guatemala, predomina la tendencia de cada uno de los partidos en contienda, a saturar el entorno visual y sonoro de los posibles votantes con el color, el sonido, y el “lema/promesa principal” que lo identifica. Se trata de los métodos tradicionales e “incuestionables” (¿) que se utilizan en las campañas. Cada partido pretende “lucir”, ante el público, su superioridad sobre los otros dejándolos sin espacios para hacer gala de sus propios colores, sonidos y hasta olores. Algún diletante de la psicología social podría proponer que se trata de una manifestación de “machismo” en la que se privilegia el “poder de lo bruto” sobre la ecuanimidad, la serenidad y la inteligencia. Sería interesante analizar este tema, así como el del generalizado fenómeno de que aún los partidos más pequeños, los que de antemano están perdidos en una “cancha tradicional”, no se atrevan a la innovación [(ni siquiera como manera de inaugurar estilos propios que les permitan distinguirse con ellos)].
“88. Por otro lado, se menosprecian otros vehículos y otros escenarios que se deberían rescatar para llevar allí el sabor y el valor de la contienda. Uno de ellos es el de la discusión o debate sobre temas de fondo. Otro, el de la presentación temprana de los posibles integrantes de los futuros gabinetes de los gobiernos de los diferentes partidos. Y otro, el de la discusión sobre alternativas de solución realmente viables (en lo político, en lo social, en lo cultural, en lo económico, en lo financiero, en lo institucional, en lo ecológico, etc.) a los diferentes temas o asuntos de importancia o preocupación nacional. Cada una de estas ideas o propuestas tiene sus propias ventajas y desventajas, según el punto de vista del que las analice; pero valdría la pena discutirlas más a fondo.
Por ejemplo, en el caso de presentar con antelación un futuro Gabinete de Gobierno, se puede esgrimir tanto la conveniencia de hacerlo porque es una vía para transparentar y transmitir al gran público el tipo o estilo de “gobierno en la práctica” que el partido está proponiendo (sin necesidad de hacer un gran esfuerzo por elaborar propuestas, argumentos y contraargumentos); como su inconveniencia por razones de exponer, innecesariamente, a críticas prematuras o a ataques infundados a los personajes incluidos en las nóminas, lo que crea un innecesario desgaste…” [Nota: no se debe olvidar el gran atractivo que goza en nuestro país el ejercicio de la inventiva para desprestigiar aunque … , pensándolo bien, tiene su lado interesante: aunque imperfecto, se podría pensar que se trata de un intento (aunque, además, primitivo) de ejercer esa auditoría social que, por diversas razones, nunca se ejerce a tiempo sino que cuando el arroz está cocido…].
En este ámbito, debería jugar un papel relevante la acción de una prensa seria, preocupada por contribuir al establecimiento de una verdadera democracia y una cultura ciudadana suficiente sin necesidad de sesgarse partidariamente.
La ciudadanía guatemalteca, no está organizada políticamente, aunque debería estarlo para llegar a asumir su papel de Soberano. Los esfuerzos que es necesario realizar deben estar orientados en esa dirección. Y la prensa puede jugar un importante y efectivo papel si se entendiera a sí misma -como empresa que es-, como medio didáctico para “enseñar comunicando la práctica política” de manera transparente y permitiendo, con ello, que los ciudadanos la conozcamos, aprendamos y nos decidamos a participar.
Los espacios son muchos. Pienso en el tratamiento de tópicos que, bien manejados, serían con seguridad atractivos y podrían permitir que la población se interesara en los medios y los reconociera como verdaderos compañeros en el diario aprendizaje hacia el convertirse en ciudadanos que participan viviendo el espectáculo de la política como una disciplina de la cual se puede ser espectador activo, con criterio y gozarlo. Sin necesidad de “llegar a las manos”.
Imaginemos, por ejemplo, el caso del ejercicio del debate público dirigido por periodistas que realmente dominen la disciplina y la temática (con lo cual estarían obligando a los voceros políticos a formarse y especializarse) y no actuando como los conocidos entrevistadores (¿?) que solamente utilizan los foros para “echar agua a su molino” asumiendo ellos interpretaciones a su antojo y dejando a los entrevistados “chiflando en la loma”, sin oportunidad de aclarar o rebatir. Entrevistadores que entrevistan con el solo ánimo de hacer patente ante el público que sus consabidos criterios o posiciones son los únicos válidos, pero olvidando que el verdadero arte de la entrevista consiste en llegar a informaciones y versiones que sirvan para formar el criterio del público sobre los asuntos en sí. (Recordar las entrevistas realizadas por la periodista Oriana Fallacci a los principales líderes políticos de aquella época y que fueron publicadas en la revista Life en la década de los 70).
Todo esto viene al caso porque el grueso de la población no tiene acceso a ninguna entidad que medianamente se pueda considerar neutral y en condiciones de difundir masivamente información confiable y de carácter, finalmente, “didáctico” en el tema de la formación ciudadana ante la práctica política.
Y no se crea que lo anterior ha sido un desvarío del tema principal. Es el intento consciente de señalar una alternativa, novedosa en nuestro medio, que podría contribuir a resolver parcialmente varios asuntos.
¿Qué nos parece la visualización de un escenario a futuro en el cual la prensa ha logrado cautivar a un buen número de ciudadanos para que la sigan en sus versiones escritas (también las digitales) y de entrevistas y foros virtuales? ¿Una población que ha llegado a encontrar en las expresiones oficiales de los medios (suplementos y foros especializados) una manera didáctica y confiable de darle seguimiento a una dinámica político partidista que ha descubierto que le interesa y que anteriormente rehuía por la manera tan falta de profesionalismo y tan sesgada en que se manejaba?