Adolfo Mazariegos
Los seres humanos solemos cometer errores cuando hablamos, cuando escribimos, cuando nos dirigimos a alguien intentando decir una cosa, pero terminamos diciendo otra, cuando no encontramos la palabra adecuada, etc. Eso es algo que seguramente ocurre todos los días, y sin mayores consecuencias. A veces, quizá ni siquiera nos percatemos de ello. Pero, cuando eso ocurre en el marco de eso que ha dado en llamarse “el entorno de la clase política”, sin duda, el asunto cobra connotaciones y significados distintos que no dejan de llamar la atención y que en algunos casos no dejan de provocar preocupación, puesto que, las más de las veces, reflejan no sólo confusión e ignorancia en lo dicho, sino a mucho más alto nivel. En la actualidad, es bastante común escuchar (por ejemplo) a funcionarios de gobierno, diputados, ministros y hasta algún que otro presidente o vicepresidente de un país, utilizar términos como Estado y Gobierno, como si de sinónimos se tratara. Y, aunque ciertamente son dos conceptos que tienen una íntima relación entre sí, no son lo mismo, razón por la cual, utilizarlos como si fueran sinónimos uno del otro, es un error que sin duda puede llegar a ser garrafal. Veamos: en el ámbito de las ciencias sociales, el Estado es aquella organización sociopolítica que debe reunir determinados elementos indispensables para que pueda ser considerado como tal, estos son el territorio, la población, una finalidad y, por supuesto, un gobierno. Es decir, el gobierno es, por lo tanto, una de las partes constitutivas del Estado, no el Estado como tal en su conjunto. Escuchar a altos funcionarios de la administración pública en tales trances resulta una cuestión inaceptable, preocupante, porque, aunque pueda parecer quizá un asunto sin importancia o intrascendente, refleja una verdad que va más allá del desconocimiento de la definición de un concepto y otro: refleja ignorancia, refleja falta de formación académica, falta de educación y tal vez hasta falta de capacidad. Pero… En fin… Las instituciones a cargo del grupo de personas en quienes se delegado la administración del Estado mediante un proceso eleccionario previamente establecido y de conformidad con un ordenamiento jurídico, dicho sea de paso, no es cualquier cosa. Eso es algo que debiera hacer reflexionar a cualquiera que piense en el futuro de un país. Y a cualquiera que haya escuchado o recuerde frases populares tan sencillas, pero tan llenas de sabiduría como aquella que, haciendo alusión a lo que aún no ha ocurrido, vislumbra un porvenir incierto con base en lo que quizá ya se ha podido observar: “si así son las vísperas, cómo serán las fiestas”, cuestiona el refrán…