Alfonso Mata

Hace unos días, charlando con amigos, uno de ellos se hacía y nos hacía esta pregunta ¿Cómo podemos, en buena conciencia, salvar la mitad de la pobreza que nos aqueja en todo, si no existe la más mínima esperanza en perspectiva de mejora? Fue esta última pregunta llena de desasosiego, la que me llevó a la siguiente reflexión.

En el guatemalteco la esperanza es una enfermedad que le hace vivir a la espera ¿Qué espera? El otro día una mujer haciendo tiempo para abordar el transmetro le comentaba con mucha tristeza a otra “he votado cinco veces aguardando de que finalmente ahora, alguien si…alguien nos ayude”. De esa mujer, dos hijos se le han ido al Norte cansados de su espera; ambos menores. Por cierto, la hembra fue a parir por allá. Angustia política, ya no siente esa mujer, ya no le produce dolor, aunque si las consecuencias que se derivan de su no hacer nada, como el alejamiento de sus hijos, pero de ello tiene compensación, las remesas que ha estado recibiendo, son las que le han borrado de mente y corazón la esperanza política y pasó a satisfacción de otras, fruto de los envíos monetarios de sus hijos; mientras la ilusión de una patria, jamás brota ya de ella.

Las situación de esa mujer no constituye excepción o caso único; no tipifica lo que sucede en un hogar, al contrario, hogares como el de ella, en esas condiciones, podemos encontrar miles en nuestra patria, que de no contar con ese humeante y continuo recurso que es la migración, ratos haría que quizá otros gallos cantarían en el gallinero de nuestras instituciones y poderes de Estado. Y en medio de esa situación anómala y horrenda, se alza la voz casi unánime de una generación en vías de extinguirse que clama que: Solo a través de los más onerosos crímenes y zanganadas, se puede pasar de la esperanza a una merecida fuente de bienestar; sin embargo, mientras en el horizonte la única alternativa sea la migración, la recepción de fondos del trabajo de compatriotas en tierras lejanas, en parte a más de aliviar dolamas y carencias en sus allegados, ayudan a mantener una estructura tiránica cuaja de injusticas.

Ante tal espectáculo, no cabe esperar otra cosa de nuestra gente que seguir agotando y quemando el tiempo neciamente en esperanza, sin fijarse EN LA CONTRADICCIÓN de eso: el que disfruta de esa esperanza es el corrupto. De tal forma que bien se puede decir que, en el pueblo, la esperanza se ha convertido en enfermedad sin que llegue la medicina maravillosa a todos, pues el tratamiento a ello es la acción. Ambas condiciones: la corrupción y la esperanza florecen de la mano, sin hacerse sombra, ¡eso sí! ambas son causa de diferentes angustias y de una posible muerte horrible, aunque se tenga la fe de que esto no ocurrirá. Por consiguiente, no es desatino afirmar que la esperanza es ya enfermedad de muchos y monedas para pocos y selectos.

Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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