Por Luis Alberto Padilla
Independientemente de los resultados que obtengan en la segunda vuelta, si se respetan las reglas del juego y no se incurre en represión, es previsible que el binomio de Gustavo Petro y Francia Márquez con sus 8 millones y medio de votos (40.32%) triunfe sobre Rodolfo Hernández (28.15%). Otros candidatos como Gutiérrez (un 23.91%) y Fajardo (4.20%) no pueden simplemente “endosar” los votos de sus electores a quienes pasan a segunda vuelta, de modo que todo parece indicar que el signo de los tiempos (Boric en Chile, Castillo en el Perú y pronto será el turno de Lula en Brasil) podría hacer que el péndulo de la democracia oscile de nuevo, aunque en Colombia sería una novedad la llegada de un gobierno progresista como el del Pacto Histórico.
Márquez, destacada dirigente del movimiento social y comunitario, sería también la primera mujer afrodescendiente en llegar a un cargo de tanta importancia. En sus discursos ha venido insistiendo en que la defensa del territorio (“el territorio es la vida y la vida no se vende, se ama y se defiende”) es algo fundamental en la transformación de ese pretendido “modelo de desarrollo” con el que los colonizadores esclavizaron a sus antepasados. Además, dicho “modelo” extractivista (minero y agrario) se basa en la creencia absurda de quienes aún se creen “dueños” de la naturaleza con autorización “divina” para explotarla a su sabor y antojo, cuando la realidad es justamente lo contrario – como siempre lo ha dicho la sabiduría popular – y por ello ahora la Madre Tierra, por depredarla e irrespetarla, nos castiga con virus malignos y catástrofes naturales como las sequías, inundaciones y hambrunas que se han vivido en Colombia en tiempos recientes como nos recuerda la dirigente comunitaria.
De manera que cuando se habla del territorio como un espacio de vida es porque la crisis ambiental que vive el planeta es consecuencia, en nuestros países, de esa visión colonial-patriarcal que considera al territorio como un espacio para acumular riqueza, no como un espacio de vida que debe cuidarse y respetarse sin cometer abusos y depredar destructivamente el entorno natural. Ni la identidad cultural, la libertad o la propia subsistencia son posibles para las comunidades campesinas y los pueblos originarios si carecen de territorio. El agua y el viento, los peces en los ríos y lagos, los animales en selvas y bosques proveen de alimentos en múltiples circunstancias de manera incluso desmonetizada gracias a la caza, pesca, cultivos de subsistencia o el trueque. Por eso el territorio es un espacio de vida y la crisis ambiental que vive el planeta es consecuencia de esa ideología equivocada que debe superarse si se quiere realmente mitigar o adaptarse al calentamiento global. Bogotá era un lugar muy frío y ha dejado de serlo, señala quien podría ser la próxima vicepresidente de Colombia, al mismo tiempo que asegura que sus abuelos ya decían lo mismo que ahora confirman las Naciones Unidas y los científicos del mundo.
Sin embargo, sin minimizar la importancia de la defensa del territorio propuesta por el movimiento social, veamos algunas de las cosas que plantea Gustavo Petro en relación a la economía tal y como fueron expuestas en el foro “Es la economía, estúpido” que organiza el periódico La República (medio que se autodefine como el “primer diario empresarial y financiero de Colombia”) en el cual participó junto a algunos de los máximos representantes del sector privado colombiano. Petro sostuvo que el sistema económico de su país, cuyas exportaciones han estado basadas principalmente en la cocaína, el petróleo y el carbón son insostenibles y deben ser reemplazadas por políticas públicas destinadas al apoyo de los sectores productivos, formulando una política industrial que permita no solo abandonar el lavado de dinero proveniente del narcotráfico sino también el petróleo y el carbón, algo que permitiría contribuir decisivamente al cumplimiento de los compromisos asumidos por Colombia en materia de cambio climático, evitando llegar al punto de “no retorno” en materia de emisiones de CO2 y facilitando que los mecanismos cíclicos del planeta recuperen su equilibrio. Además, para mejorar la equidad se propone industrializar la agricultura, manufacturas y servicios (turismo) a fin de permitir a los productores pequeños y medianos manejarla apoyándose en energías limpias (como la solar) así como ir cerrando la brecha digital social por medio de un incremento en la conectividad, en la “alfabetización digital” y en la presencia activa del Estado en la economía. Para Petro el COVID demostró dramáticamente que no se puede dejar que el mercado funcione sin regulaciones. Hay que regularlo porque el mercado es un asignador eficiente de recursos siempre y cuando respete la naturaleza y la vida humana. Debe mantenerse entonces un equilibrio tanto con la naturaleza como con la dignidad de los trabajadores pues de lo contrario se destruye la vida.
En materia de empleo, frente a observaciones empresariales acerca del problema de la informalidad (un 45% en el mundo urbano y cerca de un 80% en el campo) y la “flexibilidad” en materia laboral, Petro respondió que en lugar de informalidad hay que hablar de puestos de trabajo que no son asalariados y son precarios porque sus ingresos están abajo del salario mínimo llegando en realidad a un 60% de la fuerza de trabajo lo cual demuestra el “raquitismo” del capitalismo colombiano que no ha sido capaz de absorberla integrándola a la llamada “formalidad”. Por ello el estado debe empoderar la “economía popular” aumentando los ingresos del sector, terminando con el crédito usurario del narcotráfico, estableciendo un sistema de crédito popular apoyado por la banca pública y las cooperativas financieras. Además, la propuesta de una “economía digital” requiere llevar conectividad al campo mediante fibra óptica, un satélite propio, energía solar, un ingreso mínimo vital (renta básica) para las madres cabezas de familia con hijos menores, y un efectivo combate a la desnutrición. Obviamente, para el financiamiento de este programa es indispensable una reforma tributaria que gravite sobre las fortunas más grandes (tierras improductivas, dinero en paraísos fiscales, dividendos). También Petro critica la “flexibilidad laboral” porque el capitalismo moderno debe cimentarse en la productividad, que se fundamenta en el conocimiento y estabilidad de la fuerza laboral. Un celular vale, dijo Petro, porqué allí hay un conocimiento incorporado, que pertenece a la empresa que lo ha comprado pero que fue generado, en forma colectiva, por el conocimiento de los trabajadores que si gozan de estabilidad pueden hacerlo, al revés de lo que ocurre en nuestros países en donde la ganancia rápida y el cortoplacismo ha desindustrializado a nuestras sociedades haciéndonos retroceder al capitalismo salvaje y explotador del siglo XIX. El saber hacer de los trabajadores es la riqueza de las empresas de los países industrializados. Por eso hay que conservar, cuidar y dignificar a la fuerza del trabajo porque de ellos dependen las ganancias del capital. Se trataría de un proceso en el que todos, capital y trabajo, salgan ganando. Y es indispensable dar apoyo a las pequeñas y medianas empresas, que son las más necesitadas, no dejarlas quebrar, como ocurrió en Colombia cuando cerca de 600,000 empresas quebraron durante el confinamiento del COVID o antes debido a los tratados de libre comercio que hicieron quebrar a las pequeñas y medianas industrias de confección haciendo perder un millón de puestos de trabajo. Por eso el Pacto Histórico entre el movimiento social (Márquez) y las clases medias urbanas progresistas (Petro) es realmente histórico y puede conducir a una renovación de la política colombiana. Ojalá sirviera de ejemplo para los sectores empresariales reformistas y modernizantes guatemaltecos que se oponen al pacto de corruptos.