Adolfo Mazariegos
Cuando los seres humanos nos referimos al concepto “libertad”, las más de las veces lo hacemos teniendo en nuestro imaginario esa suerte de vívida y cotidiana película en la que es posible hacer lo que queremos, sin restricciones (o con algunas mínimas, quizá), tomando nuestras propias decisiones y demostrando que gozamos de eso que consideramos nuestra libertad y nuestro derecho a vivirla.
Pero, ¿es acaso la libertad lo que creemos?, ¿tiene límites la libertad?, ¿es igual la libertad de hoy a la libertad que se vivía hace cien o doscientos años?, ¿hablar de libertad es lo mismo que hablar de hacer lo que se nos antoje, cuando se nos antoje y como se nos antoje?, ¿la libertad que vivimos en las calles es la misma que vivimos en nuestras redes sociales de Internet?… Al plantear el asunto surgen interrogantes que pueden llevarnos a considerar que quizá, eso que llamamos nuestra libertad, no sea exactamente lo que tal vez asumimos que es. Quizá sea algo que trasciende los límites de nuestras propias percepciones o creencias.
Decía Octavio Paz que “la libertad no necesita alas, lo que necesita es echar raíces”. Y si escarbamos un poquito en las raíces etimológicas del término como concepto universal, nos encontraremos con que su significado, en un sentido amplio, refiere a esa capacidad que tiene el ser humano de actuar por voluntad propia, es decir, cuando no se es esclavo ni sometido coercitivamente a las decisiones quizá abusivas o arbitrarias de otros.
La libertad, por supuesto, puede analizarse desde múltiples perspectivas que van más allá de lo social, político o económico, pero, en la actual etapa del desarrollo humano, en la que todo (o casi todo) se vincula de alguna manera a los avances tecnológicos y redes digitales, el concepto adquiere significados que pueden interpretarse de maneras tan disímiles en las que es imposible no cuestionar también los conceptos de voluntad, capacidad, poder, coerción, y un largo etcétera que quizá sería inconveniente enumerar.
En ese mismo contexto, el concepto deviene en un punto de partida interesantísimo para el análisis y la discusión, en virtud de esa libertad que unos asumimos como tal y otros asumen que asumimos simplemente porque allí está, algo así como una libertad supuesta: una sociedad de la libertad supuesta… Puede parecer confuso o incluso irrelevante, ciertamente, pero veámoslo a la luz de una interrogante hipotética y quizá distópica (aunque no descabellada en la actualidad): ¿cuán libre sería el ser humano en realidad si, por ejemplo, sus acciones fueran dirigidas mediante algoritmos que le hacen creer en su libertad cuando en realidad sus acciones están siendo observadas y dirigidas premeditadamente con minuciosidad?… Quién sabe. Quizá Bentham se reiría si leyera tal cuestionadora suposición muchos años después de que planteara aquella idea del panóptico.