Existen personas que están preocupadas por la crisis actual y expresan duda sobre cómo salvar la “democracia” guatemalteca. Creemos que antes de responder esa pregunta es indispensable recapacitar sobre el carácter de esa democracia porque en honor a la verdad vivimos en un país donde el modelo político fue prostituido desde su propio inicio y nosotros tenemos serias dudas de que pueda llamarse, con propiedad, democracia a un sistema como el nuestro simplemente porque cada cuatro años hay elecciones.
Cuando todo descansa en un imperfecto sistema de organizaciones llamadas partidos políticos pero que en realidad son apenas grupos electoreros formados alrededor de la ambición de algunos dirigentes, que luego desaparecen sea porque lograron su objetivo o porque fracasaron en el empeño, cuesta mucho hablar de auténtica democracia. Cuando los candidatos a los cargos de elección tienen que comprar su participación como ocurre con los candidatos a diputados, no podemos pensar en que llegan a representar al pueblo y si no hay tal representación en el Organismo Legislativo, ¿De qué democracia estamos hablando?
Los gobernantes en Guatemala son electos no con un mandato sino con un cheque en blanco. Ninguno hace propuesta ni presenta planes concretos. Con estribillos y canciones se posicionan en la mente del elector y luego con gorras, playeras y fertilizantes obtienen su voto. Un voto que ya fue pagado en la mayoría de los casos con lo que se perfeccionó el negocio y la única deuda que tiene el que gana es con sus financistas, con quienes le dieron dinero para comprar los votos.
Pero aparte de ello existe una distorsión de todas las instituciones públicas que han sido puestas no al servicio del bien común sino de la corrupción. Desde el poder local, donde se supone que es más visible y sensible la democracia, hasta el poder presidencial, todo está cooptado y nada funciona para el interés nacional, sino para los intereses de grupos de poder que son los verdaderos dueños del país.
Dueños que, por cierto, ya no son los mismos de cuando Serrano escribió su libro porque fueron desplazados por fuerzas emergentes y que disponen quién puede ser candidato a Presidente y quién no, no digamos los candidatos a diputados que son tan importantes para asegurar que puedan preservar sus privilegios, concesiones y canonjías. El poder económico tradicional creó las condiciones de cooptación del sistema, pero no supieron para quién trabajaron.
Hoy hablar de democracia, cuando todo el sistema funciona para la corrupción y el compadrazgo, es muestra de dificultad para entender la dimensión de nuestra crisis.