Hanny López, Comunicadora y creadora de contenido
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No hay experiencia más grata del ser humano que pasar un agradable momento con familia, amigos y personas significativas. Compartir la mesa y el pan es un privilegio que otorgamos a quienes nos demuestran afecto y confianza; por ende, nos sentimos con la confianza de compartir nuestro pensar y analizar la cotidianidad en nuestro entorno de manera libre, o al menos eso nos hacen creer.

Las conversaciones con personas de nuestro círculo cercano, lejos de ser un grato intercambio de opiniones e ideas, parece tornarse en un campo de batalla lleno de argumentos que conforman la artillería pesada. Actualmente, la mayoría de las familias prefiere prender la televisión para ignorar al resto o revisar el celular mientras termina de comer. Para evitar este tipo de inconvenientes, hemos adoptado (y normalizado) la frase: “En la mesa no se habla de política, religión, ni fútbol”.

Desentrañemos aquel banal escudo utilizado por muchos familiares y conocidos cuando sus argumentos no son lo suficientemente acertados para defender su postura:

“No hablemos de política”; como ciudadanos en proceso de formación, está demás recalcar la importancia de conocer, comprender y cuestionar las acciones y situaciones que componen el contexto sociopolítico, socioeconómico y sociocultural guatemalteco. Suponemos que serán las generaciones anteriores quienes nos motivarán a involucrarnos en dichos temas; sin embargo, se han encargado de fomentar el miedo, el desinterés y el nulo análisis coyuntural.

Que si unos son de izquierda, que si otros de derecha; dicen que debes elegir entre blanco o negro sin darte la oportunidad de conocer y elegir alguna tonalidad de gris o demás colores. La vida nunca ha sido ni será blanco y negro, por mucho que intentes disfrazar la realidad, de una u otra forma será visible para la juventud.

“No hablemos de religión”; claro que para muchos resulta incómodo que les digan que su manera de vivir es incorrecta, pero si nos detenemos a pensar ¿realmente hay una manera correcta de vivir? ¿qué me da derecho a juzgar u opinar sobre la vida de alguien más? El discernimiento, la solidaridad y la tolerancia deben ser los pilares para desarrollar toda clase de creencia.

El desarrollo equilibrado se rige por la salud física, mental y espiritual e, independientemente de cómo se apliquen, estas deben respetar la libertad de los demás y actuar conforme a lo que moralmente consideremos correcto.

“No hablemos de fútbol”; es que no es solamente hablar de deporte, sino de nuestros pasatiempos, nuestros logros, las pasiones que perseguimos y quienes nos inspiran a ser mejores líderes. Tampoco permiten que compartamos  nuestra  admiración por alguien, las cosas que personalmente nos parecen interesantes y que son importantes. Con esto, ignorar las fortalezas de la juventud encierra a los jóvenes en un molde estándar que deben seguir si desean sobrevivir en la jungla social.

Es hora de cuestionar personalmente por qué esta generación responde con un frío “bien, normal” cuando se le pregunta cómo ha ido su día. Si no puedo decir lo que pienso, si no puedo construir mis criterios, si no puedo compartir mis creencias ni principios, si me niegan la posibilidad de alzar mi voz y escuchar lo que las demás personas tienen para decir, entonces ¿de qué hablamos en la mesa?

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