Suba mi oración delante de ti como el incienso,
y el levantar mis manos como la ofrenda de la tarde.
Salmos 141: 2

Alguna vez pudo sucedernos el buscar la nube muy cercana al suelo y que entre edificios, se eleva poco a poco al cielo para abrir y purificar el paso del Nazareno, del Sepultado, de la Dolorosa…  y del Resucitado.  Si hay segundos, a lo mejor un minuto silencioso entre el cambio de turno y de marcha, escucharemos las cadenas de los incensarios y veremos entre las llamas, levantarse el blanco aroma de los inciensos.

Se ha llegado a ver en los huertos, altares y cortejos procesionales que las personas inciensan de manera doméstica a la imagen de su devoción, mediante improvisados elementos que pueden ser desde un sencillo sartén hasta un incensario de barro o aluminio.  Éstos, indudablemente, más allá de la improvisación o de la formalidad, están llenos de fe y honra.

La acción de incensar, característico de varios rituales de religiosidad, tiene orígenes profundos.  Ha sido utilizado como un medio purificador y de conexión con lo divino, con la vida y con la muerte; en diferentes culturas y desde hace miles de años.   Inclusive, ya el relato bíblico dice que en una noche estrellada los tres Reyes Magos llevaron presentes al Niño Jesús, que incluían el oro, la mirra y el incienso.

Desde la óptica arqueológica, varias son las evidencias que lo demuestran: incensarios y sahumerios de barro; escenas pintadas en vasijas; glifos que hacen referencia al “incienso dispersado” (CHOK CH´AAJ – u CHOK ch´a-hi); monumentos tallados en piedra.  Los avances tecnológicos aplicados a investigaciones de contextos de sepulturas, conducen ya a la identificación de resinas como parte de rituales que implicaban la quema de éstos.

También existen referencias de parte de los cronistas.  Fray Diego de Landa, en su Relación de las Cosas de Yucatán, menciona el uso del incienso en varias actividades cotidianas y rituales.  Por ejemplo:

“Y que aun los caminantes llevaban en sus caminos incienso y un platillo en que quemarlo, y así, por la noche, do quiera que llegaban, erigían tres piedras pequeñas y ponían en ellas sendos pocos del incienso y poníanles delante otras tres piedras llanas en las cuales echaban el incienso, rogando al dios que llaman Ekchuah los volviese con bien a sus casas; y esto lo hacían cada noche hasta ser vueltos a sus casas donde no faltaba quien por ellos hiciese otro tanto y aún más.”

Por su parte, Fray Bernardino de Sahagún (alrededor de 1585) describe que:

Hay otros árboles de los cuales mana aquella resina blanca que se llama copal, que es el incienso que ofrecían a sus dioses. Mucho de ello se vende ahora en los tianguez, porque es muy bueno para muchas cosas y es medicinal”.

Con el paso del tiempo, varios son los inciensos que se utilizan: desde resinas naturales que se cosechan en el interior del país, siendo el copal uno de los principales; hasta los importados de diversas partes del mundo con aromas específicos como los “frutales” y “florales”.

De igual manera, se observa que los materiales con los cuales están hechos los incensarios varían del barro hasta el aluminio.  En algunos lugares también se pueden observar aquellos fabricados a partir de un recipiente cuyo uso inicial fue el contener productos lácteos, y que son modificados mediante perforaciones hechas en sus paredes para permitir la salida del humo y como agarradera o asa, un alambre.

El uso del incienso, aun con todas sus variaciones e incorporaciones, ha sido continuo hasta nuestros días.  Además de la suspensión y radical cambio del que todos fuimos partícipes en los años 2020 y 2021, ahora que se han vuelto a realizar los cortejos procesionales, el incienso, “llevar el humo”, ha sido el gran ausente…  La medida se comprende en cuanto a la bioseguridad que debe prevalecer.  Esperamos que en los siguientes años, se complete el ritual y volver al abrazo de este aroma tan característico y propio de nuestras manifestaciones de fe.

En estas líneas, se ha plasmado cómo lo intangible se entrelaza con el fuego, el aire, el agua y la tierra; cómo desde la tierra misma se elevan al cielo las oraciones y sencillamente, nos toca los sentidos.

Artículo anteriorUna mirada distinta de la Semana Santa: Los sucesos de la pasión, muerte y resurrección de Cristo en la ciudad de Huehuetenango desde la perspectiva actual
Artículo siguienteNuestra Señora de los Dolores: el modelo escultórico guatemalteco