Adolfo Mazariegos

Politólogo y escritor, con estudios de posgrado en Gestión Pública. Actualmente catedrático en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos de Guatemala y consultor independiente en temas de formación política y ciudadana, problemática social y migrantes. Autor de varias obras, tanto en el género de la narrativa como en el marco de las ciencias sociales.

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Adolfo Mazariegos

La palabra “democracia”, como concepto, es un vocablo que encierra en sí mismo mucho más de lo que quizá pueda ser aparente. Como práctica, la acción o conjunto de acciones que dan vida al concepto conlleva responsabilidades, tolerancia, aceptación, constancia, visión de futuro, dedicación, observancia, comprensión, y un largo etcétera que quizá sería ocioso traer a colación en este momento. En la actualidad, el término es utilizado de forma indiscriminada y constante, cual caballito de batalla, por políticos en ejercicio, candidatos a cargos de elección popular, dirigentes gremiales, sindicales y de partidos políticos, e incluso por quienes evidencian que no tienen -al menos- una idea más o menos clara de su verdadero significado. Mucho se dice hoy acerca de la democracia, sea como práctica en el marco de la convivencia social, sea como referencia a eso que muchos han venido denominando una suerte de crisis de tal sistema llevado a la práctica. Y, como es de suponer, dicho fenómeno ha puesto sobre la mesa preocupaciones legítimas en virtud de diversas manifestaciones que observan un desencanto notorio con “eso” que para muchos se ha convertido en simplemente una forma de elegir gobernantes y aprovechamiento de espacios en función de intereses particulares. No estoy negando en absoluto las bondades y/o beneficios de vivir en democracia, sino todo lo contrario, pero pongo el tema en el ámbito de la discusión seria y necesaria, como una breve y sencilla reflexión que no deja de llevar implícita, también, por supuesto, cierta preocupación al respecto. He de mencionar, como elemento de análisis, que el concepto “democracia”, evidentemente, ha experimentado evolución a través de su propia historia, y, aunque democracia es democracia, no es lo mismo hablar de ello hoy, que, en tiempos de sus precursores clásicos en la Grecia antigua, por ejemplo. Hoy, la democracia, es utilizada por demagogos y populistas (tanto de un lado como del otro del espectro político), quienes en un considerable número de casos ignoran a qué se están refiriendo realmente al hablar de ello. Democracia no es solamente acudir a las urnas cada cierto tiempo para elegir “gobernantes”. Verlo de esa manera ha contribuido nefastamente a que conglomerados sociales aparentemente cada vez más amplios, acepten como “normales” los ofrecimientos vacíos y las campañas clientelares que tanto daño hacen a los Estados. Con ello, además, se contribuye a que la política o el ejercicio de ésta en el marco de la democracia, sea vista, por un considerable y alarmante porcentaje de quienes desean acceder a la función pública, como una finalidad, y no como un medio a través del cual se pueden hacer tantas cosas buenas para un país en su conjunto… Quién sabe. Quizá sea este un buen momento para meditar un poco al respecto.

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