No hablamos hoy de la farsa de ser el paraíso de la vida y de la familia sino de cómo las autoridades se han especializado en manosear todos los datos que debieran no sólo informar a la población, sino servir de elementos críticos para la toma de decisiones de las autoridades que, sin embargo, se empeñan en maquillarlos para que parezca que tenemos un gobierno que todo lo tiene bajo control, desde la pandemia hasta la inflación mundial.
La prevención de la propagación del Covid-19 demanda mucha información precisa que aquí no se tiene o se manipula. Para empezar no podemos tener control del avance o retroceso de los casos con la pírrica cantidad de pruebas que se realizan en todo el país y, especialmente, en las regiones más remotas. Tampoco tenemos idea concreta de cuántas muertes ha producido la pandemia porque nuestro sistema de salud no llega a muchos lugares y los muertos son registrados como víctimas de gripe o cualquier otra causa. El hecho es que en los años 2020 y 2021 la cantidad de muertos aumentó mucho por causas naturales que no se registran como efecto de este dantesco virus.
Hemos escrito que volamos a ciegas porque el tal semáforo se acomoda a los intereses políticos, por lo que en el pico del repunte del ómicron los sitios con mas casos pero con más actividad económica, se mantuvieron en naranja para evitar restricciones que pudieran afectar ciertos intereses.
Y ahora, con los efectos económicos de la agresión rusa a Ucrania y las consecuentes sanciones, resulta que mientras el mundo sufre una inflación tremenda, con resultados impactantes en el costo de vida, oficialmente Guatemala se mantiene no solo como la capital iberoamericana del control inflacionario sino es la capital mundial. Ello porque hace algún tiempo se instruyó a las autoridades del Instituto Nacional de Estadística a utilizar patrones de medición arreglados para que nuestros gobernantes puedan presumir de su buen manejo de la economía, aunque el Banco de Guatemala tenga que operar con base en esos ficticios indicadores cuando formula sus políticas entre las que destaca, como puntal y para ellos más importante, la de mantener artificialmente alto el valor del dólar no obstante la enorme cantidad de divisas que hacen que haya una oferta mayor que la demanda, situación que compensan comprando dólares para dizque “equilibrar” el precio del dólar, aunque eso castigue a todos los consumidores.
El mundo moderno exige data para la toma de decisiones y aquí seguimos, en ese campo, en la pura edad media.