En una cosa, parecen estar universalmente de acuerdo los médicos y es en que: las cargas físicas, emocionales, financieras y sociales empeoran aún más, las enfermedades gastrointestinales y las consecuencias de estas pueden volverse tan abrumadoras y provocar trastornos de salud mental, como depresión y ansiedad. Es decir la salud mental puede ser causa en algunos momentos, probablemente al inicio de la enfermedad gástrica y luego volverse parte de la exacerbación de esta y viceversa.

Tres trastornos funcionales y salud mental

El síndrome del intestino irritable (SII) es un trastorno gastrointestinal caracterizado por diversos grados de dolor abdominal recurrente e hinchazón, diarrea, estreñimiento y gases. Se informa que afecta hasta al 23 % de las personas en todo el mundo y más a mujeres que a hombres. Se desconoce la causa exacta y aún no se entiende completamente cómo funciona el proceso de la enfermedad y los síntomas parecen ser el resultado de una alteración en el eje cerebro-intestino, la línea de comunicación que existe entre el cerebro y el tracto gastrointestinal, que puede incluir alteraciones en el microbioma y el sistema inmunitario. Esto, creen, ayuda a explicar por qué aproximadamente la mitad de todos los pacientes con SII, particularmente aquellos que sufren de dolor abdominal crónico, informan síntomas mentales y angustia junto con síntomas anormales e inexplicables.

Pero también se ha encontrado esa conexión cerebro aparato digestivo en otras enfermedades crónicas como la colitis ulcerosa, que provoca inflamación y úlceras (llagas) en el tracto digestivo.

La dispepsia funcional (DF) es otro de los trastornos gastrointestinales que se define por los síndromes gastrointestinales superiores en ausencia de asociaciones con anomalías orgánicas obvias. Los síntomas clínicos de este trastorno incluyen principalmente plenitud abdominal superior recurrente, saciedad temprana, náuseas y dolor abdominal superior. Además de sufrir síntomas de dispepsia, los pacientes con DF suelen experimentar puntuaciones más altas en aspectos psicológicos y situaciones estresantes. Los factores de riesgo para la DF incluyen mujeres y trastornos psicológicos subyacentes y los hábitos ambientales/estilo de vida como el bajo nivel socioeconómico, el tabaquismo, el aumento de la ingesta de cafeína y la ingestión de fármacos antiinflamatorios no esteroideos parecen ser más relevantes.

 

Las conexiones mente-cerebro-trastornos funcionales digestivos

Como hemos visto con las infecciones y salud mental, de igual forma existe una conexión sistema digestivo-cerebro. Por ejemplo podemos relacionar la ansiedad con problemas estomacales e intestinales y viceversa. ¿Alguna vez has tenido una experiencia «desgarradora» con síntomas digestivos? ¿le hacen sentir mal?, ¿Alguna vez has sentido «mariposas» en el estómago? Usamos estas expresiones por una razón: el tracto gastrointestinal es sensible a las emociones. Ira, ansiedad, tristeza, júbilo: todos estos sentimientos (y otros) pueden desencadenar síntomas en el intestino y el estómago y no  solo de un tipo sino de varios. En algunos, la ansiedad les causa dolor, a otros diarrea, a otros muchas cosas, agruras, dolores, falta de apetito a veces es una cosa, a veces otra.

El cerebro tiene un efecto directo sobre el estómago y los intestinos. Por ejemplo, la sola idea de comer, libera los jugos del estómago antes de que llegue la comida. Esta conexión va en ambos sentidos. Pero la ira y otros estados de ánimo, pueden funcionar como estimulantes o inhibidores del apetito. Mas no solo es eso, un intestino con problemas de procesos inflamatorios constantes por ejemplo, puede enviar señales al cerebro, determinando alteraciones no solo de funciones digestivas sino de comportamiento, apatía, falta de apetito, tristeza, cansancio, al igual que un cerebro con problemas, puede enviar señales al intestino que cambia a como este funciona. Por lo tanto, el malestar estomacal o intestinal de una persona puede ser la causa  o  el producto de la ansiedad, el estrés o la depresión. Eso es porque el cerebro y el sistema gastrointestinal (GI) están íntimamente conectados. Y no es poco común, que una persona experimenta molestias gastrointestinales sin una causa física obvia, su cerebro esta respondiendo o a un problema orgánico o funcional, alterando funciones de ese nivel.

La inflamación crónica del tracto digestivo, que puede ser debido a muchas enfermedades de alguna parte del intestino y sus órganos, aunque sea de bajo grado, puede convertirse en un determinante silencioso de alteraciones de ánimo y comportamiento.

Funcionando la conexión

Por otro lado, la psicología se combina con factores físicos para causar dolor y otros síntomas intestinales como náusea, etc. Los factores psicosociales influyen en la fisiología real del intestino, así como en los síntomas. En otras palabras, el estrés o la depresión u otros factores psicológicos, pueden afectar el movimiento y las contracciones del tracto GI por ejemplo, la producción de ciertos químicos necesarios para la digestión y otras funciones digestivas incluso inmunológicas.

 

El dolor es un síntoma que lo puede afectar esa conexión cerebro-aparato digestivo. Muchas personas con trastornos GI funcionales, perciben el dolor de manera más aguda que otras personas, porque sus cerebros responden mejor a las señales de dolor del tracto GI. Se ha encontrado que el estrés puede hacer que el dolor existente parezca aún peor. Pero no solo el dolor, la acidez estomacal, los calambres abdominales o las heces blandas e incluso episodios diarreicos, están relacionados con el estrés y con la ansiedad.

Hay muchos estudios de las décadas de 1980 y 1990 que indican que los pacientes con dispepsia funcional (DF) o síndrome de intestino irritable (SII) tienen más ansiedad, depresión y “tríada psicosomática” (histeria, hipocondriasis y depresión) que los controles normales. Sin embargo, ningún estudio ha encontrado un perfil o mecanismo psicológico único para el desarrollo de los síntomas. Por otro lado, los estudios que analizan eventos de vida, han encontrado que los pacientes con SII informan más eventos de vida negativos que los controles normales, pero solo los eventos de vida que provocan un estado de ansiedad o un episodio psiquiátrico están asociados con la aparición de síntomas.

Hay otro dato que merece nuestra atención, siendo nuestra sociedad tan machista y violenta. Se ha encontrado que los pacientes con SII, reportan más abuso sexual que los controles, aunque esto necesita de más estudios. También se ha encontrado que los pacientes abusados, ​​tienen mayores puntajes de dolor, pasan más tiempo en la cama, tienen más angustia psicológica, peor funcionamiento diario y más de visitas al médico que los controles.

Lo que se puede hacer

Hay otro dato que es claro. Los estudios más destacados de psicoterapia en SII, muestran buenos efectos en la enfermedad intestinal, cuando el paciente a la vez que es sometido al tratamiento médico, lo es al psicológico. Es decir, el pronóstico de mejor resultado en el tratamiento de la SII, depende del tratamiento combinado psicológico y médico.

Aun hacen falta estudios para relacionar y entender mejor la conexión de cerebro y sus funciones con las del tracto digestivo, pero aun con lo poco que se conoce, resulta evidente la necesidad de atender en al paciente con problemas de conducta y comportamiento psicológico anómalos y crónicos  así como en pacientes con problemas gastrointestinales crónicos, atender esa conexión en forma compartida médico-psicólogo, especialmente cuando se habla de cronicidad de la enfermedad mental o gastrointestinal.

Los factores psicosociales juegan un papel en cómo se experimentan e interpretan los síntomas de la enfermedad digestiva, modifican el comportamiento de la enfermedad y pueden influir en el tratamiento. Es a eso a lo que apuntan las recomendaciones de la mayoría de estudios realizados a la fecha, y el personal de salud debe siempre tener en mente que los trastornos psicológicos, modifican en los pacientes la experiencia de la enfermedad y los comportamientos relacionados con la enfermedad, como la búsqueda de atención médica y que el estrés psicosocial, exacerba los síntomas gastrointestinales a través de los acontecimientos que producen el estrés pueden ser también crónicos. La limitación que se observa en los servicios de salud actuales, aun en los privados es que rara vez la terapia clínica suele acompañarse en los casos de enfermedad crónica digestiva, de terapia psicológica.

Las enfermedades psicológicas, pueden empeorar la enfermedad a través de factores separados de la fisiopatología de la afección médica, como la falta de adherencia a la terapia y el seguimiento, así como las opciones de estilo de vida que se sabe que empeoran la afección subyacente.

Independientemente de la causa, la combinación resultante de condiciones médicas y psicológicas comórbidas, conduce a malos resultados y deben tratarse conjuntamente. En resumen: la creciente evidencia muestra que los componentes psicológicos son parte relevantes para las funciones y los síntomas gastrointestinales.

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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