El Tribunal Supremo Electoral ya aprobó el calendario electoral y dentro de un año, el 20 de enero del 2023, será la convocatoria a elecciones para que los comicios tengan lugar el 25 de junio, Día del Maestro en recuerdo de María Chinchilla, la educadora muerta en una protesta contra la dictadura de Ubico cuando el magisterio estaba aún del lado del pueblo y de la democracia. En declaraciones a los medios los magistrados dijeron que estarán atentos para evitar la campaña anticipada, no obstante que ya muchos de los aspirantes se mantienen en plena actividad para irse posicionando ante la opinión pública.
Tal y como están las cosas y debido a la forma en que se realizan las elecciones, lo más probable es que tengamos más de lo mismo y que si bien cambian algunos rostros, las actitudes serán siempre las mismas porque lo que está seriamente dañado es el sistema que termina devorando aún a los que parecieran llegar con mejores intenciones. En el Congreso, donde se tendría que gestar una reforma legal que permita oxigenar ese sistema agotado y podrido, no hay la menor esperanza de cambio porque la elección será por los listados que preparan con toda maña los partidos políticos, muchos de ellos luego de vender las candidaturas más atractivas.
Imposible ya pensar que para la próxima elección tendremos opciones diferentes en el Congreso y que ello nos pudiera servir para iniciar la transformación que debe pasar por fuerza por el Organismo Legislativo, lo cual alienta a los partidos existentes a continuar con las mismas mañas y los mismos vicios que han destruido por completo nuestra pretendida democracia que se convierte no sólo en una férrea partidocracia sino que además es lo que alienta a la cada vez más poderosa dictadura de la corrupción.
Quienes están en contra del sistema y proponen cambios profundos deberán abandonar sus ambiciones personalistas para intentar la conformación de un gran frente que tenga posibilidades electorales. Dada la tradición y el caudillismo que ha imperado en el país, parece difícil la conformación de lo que podría ser una fuerza capaz de avanzar seriamente en un cambio de fondo en el modelo político, pero obviamente es un esfuerzo que se debe realizar porque la dispersión de quienes entienden la necesidad de generar un sistema distinto contribuye al éxito de los promotores de la impunidad y el latrocinio.
Aquella idea arevalista de “las alegres elecciones” no tiene cabida ahora con el panorama presente que apunta a la perpetuidad de un Estado cooptado.