Shakespeare escribió la célebre frase de que “algo huele mal en Dinamarca”, misma que con toda propiedad se puede parafrasear para ilustrar la situación de la Guatemala de hoy y es en ese marco, de malos olores por la podredumbre del ambiente que se da la negociación que persigue otorgar una concesión, sobre otra concesión ya existente, para supuestamente iniciar operaciones con un ferrocarril que vaya más allá de rehabilitar las viejas vías de IRCA y de su sucesora Fegua.
Suponer que en este gobierno se puede realizar un negocio transparente cuando hay tanto dinero en juego es mucho más que pecar de ingenuo porque si algo nos ha demostrado hasta la saciedad es que han moldeado todo un sistema que no sólo facilita la realización de negocios usando la esfera pública para beneficios privados, sino que además se generó y consolidó un régimen de absoluta impunidad que no permite ni siquiera fiscalizar, no digamos investigar, las oscuras operaciones que se hacen. Y si nos retrotraemos al origen de la concesión que actualmente tiene la Compañía Desarrolladora Ferroviaria S.A. (Ferrovías), debemos recordar que es producto de la ola de privatizaciones que muy a su manera, con mucha maña, hizo Álvaro Arzú cuando fue presidente de la República y árbol que nace torcido jamás se endereza.
Pero además el proyecto ha sido promovido de manera entusiasta, hasta bautizándolo como “Ferrocarril Bicentenario”, por el mismo Giammattei y se están moviendo todas las piezas para concretarlo antes de que termine este mes sin que nada ni nadie más que la prensa y el Procurador de los Derechos Humanos hagan una auditoría social sobre las oscuras negociaciones que se vienen concretando a toda marcha bajo el sólido impulso de todo el equipo de gobierno. Gobierno que, por cierto, sigue teniendo el mismo “centro” que cuando tomaron posesión y se habilitó aquella desaparecida instancia.
La habilitación de un ferrocarril que mejore la capacidad de transporte en el país y nos comunique local e internacionalmente sería altamente conveniente, pero como estamos en medio de una cloaca pestilente se tiene que entender que atrás hay otros intereses nocivos para el país y que desvirtúan por completo la idea de modernizar nuestra red de traslado de mercancías y de personas.
Un gobierno que hasta la pandemia ha usado para hacer negocios oscuros, como el de la compra de la vacuna rusa, por supuesto que no se merece la confianza de la gente, sobre todo, si se realiza oscuramente una operación como la que se han propuesto concretar en los próximos días, claramente explicada en el trabajo de investigación publicado ayer por La Hora.