Jorge Santos

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Defensor de derechos humanos, amante de la vida, las esperanzas y las utopías, lo cual me ha llevado a trabajar por otra Guatemala, en organizaciones estudiantiles, campesinas, de víctimas del Conflicto Armado Interno y de protección a defensoras y defensores de derechos humanos. Creo fielmente, al igual que Otto René Castillo, en que hermosa encuentra la vida, quien la construye hermosa.

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Por Jorge Santos

Desde la llegada de la Revolución Bolchevique en Rusia, en 1917 se habló de la importancia de gestar la gran alianza obrero campesina, que se convirtiera en la fuerza social capaz de conducir el proyecto revolucionario.  En aquel entonces, apenas en los albores de la revolución industrial, esta propuesta de alianza permitía incorporar a los grupos de población expoliados por los resabios del sistema feudal y el ingreso del capitalismo salvaje.  Con el avance de las ciencias sociales y la práctica de los propios pueblos y procesos revolucionarios, esta alianza se ha ido ampliando para incorporar a las y los desposeídos, a las y los excluidos y marginalizados por un sistema cada vez más empobrecedor y concentrador de la riqueza.

Incluso en los movimientos populares y revolucionarios en Guatemala, se hablaba de esta alianza que condujera la gran agenda de transformación del Estado.  Hoy gracias al crecimiento y enorme aporte de los movimientos de los Pueblos Indígenas, de las mujeres, de los jóvenes, de las poblaciones LGBTIQ+ y otros grupos históricamente vulnerabilizados, podemos hablar y discutir sobre el contenido de una agenda de transformación del Estado, de la inclusión que requiere el nuevo modelo democrático en el que nos gustaría vivir.  Si bien, este proceso de convocatoria a mi juicio debería de ser conducido por los partidos políticos, no necesariamente debe de ser así.  Los propios movimientos sociales pueden y deben ser la vanguardia de este proceso de construcción de alianzas amplias que nos lleven a la toma del poder y desterrar a quienes desde 1954 ostentan el poder político, económico y militar en el país.

Los hoy partidos políticos que se consideran verdaderamente democráticos, progresistas, de izquierda y hasta quienes se consideran así mismos revolucionarios tienen en este 2022 la enorme e histórica tarea de provocar y producir esta alianza o estarán condenados a vivir en el ostracismo, como ya algunos de ellos viven. Estos partidos políticos deben abrirse a la posibilidad de incorporar en su seno a los Pueblos, a los movimientos, organizaciones y colectivos y construir un gran Frente Político y Social capaz de derrotar electoralmente a la derecha y sus múltiples expresiones.  Esta tarea es de tal envergadura que, de no gestarse, Guatemala está a punto de retroceder a un punto tal, en donde el Régimen autoritario se constituirá y dominará todo el escenario público y de toma de decisiones y con ello, la pobreza, la exclusión, la inequidad, el racismo y la violencia no sólo seguirán sino se profundizarán a los niveles a los que estos grupos han estado acostumbrados.

Es ahora, sin vacilaciones, sin miedos, desnudándonos de cualquier sectarismo barato o disimulado que no nos permita gestar la alianza.  Es ahora que debemos y podemos hacerlo, es ahora de dar el paso y volver a discutir la toma del poder y articular la fuerza política, social y popular capaz de construir el Estado plurinacional, antipatriarcal y anticapitalista.

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