Carlos Figueroa

carlosfigueroaibarra@gmail.com

Doctor en Sociología. Investigador Nacional Nivel II del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México. Profesor Investigador de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Profesor Emérito de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales sede Guatemala. Doctor Honoris Causa por la Universidad de San Carlos. Autor de varios libros y artículos especializados en materia de sociología política, sociología de la violencia y procesos políticos latinoamericanos.

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Carlos Figueroa Ibarra

El lunes 13 de diciembre  del presente año, recibí llamadas demandando mi intervención como Secretario Nacional de Derechos Humanos de Morena, ante una  injusticia contra migrantes en la ciudad de Puebla. Acontecía que un grupo de 16 nicaragüenses, venezolanos y cubanos –entre ellos dos bebés- habían sido expulsados del albergue instalado en el Deportivo de Xonaca. La acción inhumana fue cometida por una funcionaria menor de la delegación del Instituto Nacional de Migración en Puebla, aduciendo que como no venían en la caravana de migrantes que recién había arribado a la ciudad no tenían derecho a una visa humanitaria.

Eran los ocho de la noche de una fría noche de diciembre y el grupo de migrantes  repentinamente se vio sumido  en una situación de calle. Una evidente violación a los derechos humanos cometida por una funcionaria estatal. Por fortuna el encargado del despacho de la delegación del Instituto Nacional de Migración, Fidel Gaona, fue  sensible ante la solicitud presentada y aquellas infortunadas personas pudieron pasar la noche en un albergue y al día siguiente se les concedió la visa humanitaria.

Este hecho representativo de las penurias que sufren los migrantes ante las autoridades migratorias de México, se une a la trágica muerte de 54 migrantes (la mayor parte guatemaltecos) por un accidente  del tráiler en el que viajaban clandestinamente en las cercanías de Tuxtla Gutiérrez, estado de Chiapas.   La tragedia que viven desde hace varios años los migrantes que cruzan el territorio mexicano, comprende además secuestros, extorsiones y asesinatos por el crimen organizado, violaciones de seis de cada diez mujeres que atraviesan el país, muertes y mutilaciones accidentales en los viajes por tren, muertes en el desierto  y los ríos que se encuentran  en la frontera norte, abusos de los traficantes de migrantes y muchas otras calamidades más.

Justo es decir que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha intentado resolver la crisis humanitaria. Pero el caso relatado al principio de este artículo revela que una cosa es la voluntad política desde arriba, y otra cosa es la operativización de esa voluntad desde en medio y debajo de la escalera burocrática migratoria. Además, México se encuentra entre una marea provocada por los Estados fallidos del triángulo norte de Centroamérica, de Haití y otros países,  y las presiones estadounidenses para contener dicha marea. Pese a un cambio de discurso, el gobierno de Biden actúa con lentitud para lograr que  Casa Blanca y Capitolio  logren un flujo financiero para ayudar a erradicar las causas sociales que provocan la estampida migratoria.

Miles de migrantes se encuentran estacionados en México. A través de las caravanas que transitan hacia el norte del país y las protestas que se observan en los albergues, se han convertido en un movimiento social. Mientras López Obrador  demanda a EUA  y a la comunidad internacional programas de inversión y desarrollo para los países expulsores de migrantes, la indiferencia o morosidad para atender estas demanda y acrecienta el drama de los migrantes. La crisis migratoria que estalla ahora en México, revela la falencia neoliberal global.

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