La testosterona es la hormona masculina más importante, tiene impacto en casi todos los órganos y funciones corporales. Los testículos como el almacén de la masculinidad, se conoce desde la antigüedad, mucho antes de que se identificara a la testosterona como el agente activo. Las aplicaciones prácticas de este conocimiento, fueron la castración de los varones para producir sirvientes obedientes, el castigo, la preservación de la voz de soprano prepúber e incluso para el tratamiento de enfermedades.

Los testículos se utilizaron en organoterapia y se trasplantaron como tratamiento para diversos síntomas como el hipogonadismo aunque la mayoría de estas prácticas actuaron con efectos placebo. No sería sino hasta la primera mitad del siglo XX, cuando la ciencia y la joven industria farmacéutica, iniciaron en serio la búsqueda de la hormona masculina. Después de varios errores, desvíos y desatinos, en 1935 Ernst Laqueur la aisló y Adolf Butenandt y Leopold Ruzicka la sintetizaron. Desde entonces, la testosterona ha estado disponible para diversos usos clínicos. Sin embargo, en ese entonces, cuando se administraba por vía oral se inactivaba en el hígado, por lo que hubo que encontrar formas de administración parenteral o modificar la molécula. Durante 85 años, lentamente las preparaciones de testosterona se han mejorado, de modo que ahora se pueden alcanzar niveles séricos fisiológicos. En la actualidad los estudios y usos de esta hormona, se centran en endocrinología y andrología reproductiva, sustitución de testosterona, envejecimiento masculino, anticoncepción masculina y dopaje con esteroides entre otras.

Cómo empezó todo esto es fascinante e interesante. La extirpación y el trasplante de los testículos, fueron de las primeras herramientas de la endocrinología experimental y aplicada, en el estudio de las hormonas. Los testículos tenían una ventaja además del interés por la masculinidad; su posición expuesta, los hacia vulnerables y fácilmente accesibles a la manipulación, incluido tanto el trauma accidental como la extracción forzada. Desde hace muchos siglos, su extirpación, rápidamente se observó por los médicos y por los legos, que conducía a la pérdida de virilidad y fertilidad y eso se conocía desde antes del descubrimiento de los espermatozoides y su función en los siglos XVII y XVIII y mucho antes de que la testosterona se conociera como agente activo en el siglo XX y cosa rara, su descubrimiento y la síntesis de esta importante hormona no fue galardonada con un Premio Nobel

Para entender por qué el camino hacia la testosterona fue tan largo y complicado, debemos abrir las páginas de la historia. Aristóteles (384-322 a. C.), describió sobre la generación de los animales y la generación de órganos visibles, y conocía los efectos de la castración tanto en hombres como en animales y describió sus consecuencias en la cría de animales. Sin embargo, incluso antes de esta documentación escrita, la castración se utilizó para producir esclavos obedientes, leales a sus amos y gobernantes como se encuentra en escritos de la dinastía Ming (1368-1644), en la corte imperial china, en donde los eunucos obtuvieron puestos de alto rango, como lo ejemplifica el almirante Zhèng Hé (1371-1435), líder de siete grandes expediciones a países alrededor de los océanos Índico y Pacífico, o Lin Yin (1451-1510), que se contaba entre las personas más ricas de la historia. El último eunuco imperial, Sun Yaoting, murió en 1996 a la edad de 94 años. En las sociedades islámicas, a lo largo de los siglos, los esclavos castrados formaron tropas de élite desplegadas en guerras de conquista.

La castración también se aplicó como castigo legal. En Escandinavia, la alta traición no estaba sujeta a la pena capital, sino a la castración combinada con cegamiento, que fue adoptada por los normandos que introdujeron esta legislación dondequiera que gobernaran, por ejemplo, en Sicilia y Francia. Después de 1066, Guillermo el Conquistador abolió la pena de muerte anglosajona y la reemplazó por la castración y el cegamiento: «También prohíbo que se mate o ahorque a nadie por cualquier falta, pero que le saquen los ojos y los castren».

La mutilación deliberada también sirvió para otros fines. Se sabía que la castración prepúber, mantiene la voz alta de los niños, de modo que resultan voces de soprano y contralto con el volumen acústico de un varón adulto y que fue utilizado en óperas de los siglos XVII y XVIII. Algunos de estos castrados se convirtieron en famosos solistas y hombres de gran importancia y admiración social, como Carlo Farinelli (1705-1782) o Domenico Annibaldi (1705-1779). En los coros del Vaticano estas voces se pudieron escuchar hasta principios del siglo XX. Alessandro Moreschi (1858-1922), quien fue castrado a la edad de 9 años bajo el pretexto de protección contra el cólera, se convirtió en el último castrato en cantar en la Capilla Sixtina y su interpretación fue preservada por grabaciones de gramófono en 1902 y 1904 y su la voz todavía se puede escuchar hoy. La escuela de medicina de las ciudades italianas centrales de Norcia y Preci se especializaron en la cirugía de niños jóvenes, que se remonta al siglo XIII, y las 30 dinastías familiares que monopolizaron el comercio allí, garantizaron el mayor secreto sobre esta operación ilegal, prohibida desde 1587 por el Papa Sixto V.

La castración también fue recomendada con fines terapéuticos durante la época grecorromana y la Edad Media para el tratamiento de la lepra, la epilepsia, la gota, el priapismo, la masturbación excesiva y la locura, reflejando el conocimiento o más bien el desconocimiento del período respectivo.

La exageración que rodea al conocimiento y manipuelo de los testículos, trasplante de testículos y la organoterapia, desafió desde hace muchos siglos a las culturas, a la investigación académica y a la empresa industrial, para aislar y sintetizar testosterona en una cooperación exitosa que solo se dio muchos años después luego de algunos tanes que se hicieron al respecto, en que se analizaba la función endócrina de los testículos

Así, si bien la extirpación de las glándulas endocrinas es una herramienta básica de la endocrinología experimental, la sustitución de las glándulas es la otra. Por 1800 y tantos, un médico y fisiólogo de la Universidad de Gotinga, Arnold Adolph Berthold observó que los testículos trasplantados de gallos a capones (gallo castrado a los cuatro meses de edad) restauraban las funciones androgénicas: » Cantaban bastante, a menudo peleaban entre ellos y con otros gallos jóvenes y mostraban una inclinación normal a las gallinas». Berthold concluyó que estos efectos debían ser causados por la relación productiva de los testículos, es decir, a través de su acción sobre la sangre, y luego a través de la adecuada acción subsiguiente de la sangre sobre el organismo en su conjunto. Por lo tanto, fue el primero en postular un efecto humoral de los testículos sobre órganos distantes, como principio general y, por lo tanto, es ampliamente reconocido como el «padre de la endocrinología». Sin embargo, todo investigador y médico tiene su rival en pensamiento y obra; el rival de Berthold en la Universidad de Göttingen fue Rudolf Wagner y este estaba celoso de él e intentó repetir los experimentos, pero fracasó y los declaró basura y cuando se convirtió en profesor titular de fisiología, su opinión prevaleció y la personalidad de Berthold no le permitió luchar por el reconocimiento de sus hallazgos y estos se perdieron. Casi un poquito posterior a Berthold, un anatomista que también sería famoso: Franz Leydig (1821-1908) de la Universidad de Würzburg describió las células intersticiales de Leydig en los testículos de muchas especies, sin embargo, sin comprender su función e importancia (Estas células producen testosterona, que es la hormona sexual más importante en el hombre).

continuará

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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