Claudia Virginia Samayoa

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Claudia Virginia Samayoa
@tucurclaux

La manifestación es un derecho. El respeto a la integridad personal es un derecho humano. El respeto a las diferencias de género y la no discriminación son también derechos. El ejercicio de la libertad de expresión y opinión son derechos humanos. La justicia pronta, cumplida e independiente es un derecho. La seguridad alimentaria, el acceso al agua potable y a una vivienda digna, a salud y educación gratuita son derechos humanos. La vida es un derecho inalienable.

¿Por qué hago una lista de lo evidente? Porque para las personas con poder político, económico y judicial siguen creyendo que los derechos solo aplican a ellos y los suyos. Estas últimas semanas, he estado de lleno en varios procesos relacionados a los hechos del 21 de noviembre y en el proceso escuché afirmaciones que me conmovieron hasta lo más profundo de mi ser y quiero compartirles a lo que se enfrentan las víctimas de la violencia policial.

Tengo el privilegio de ser querellante adhesiva en el caso de las hermanas Sinay, que cuya primera etapa concluyó el jueves pasado con la decisión judicial de ligar a cinco policías por el uso excesivo de la fuerza utilizada en contra de ellas y por una consignación para justificar su captura que era falsa.

Uno de los defensores afirmó que las hermanas eran las responsables de que las hubieran lastimado por haberse sumado a la manifestación después de que se dio la quema del Congreso. Que ese hecho había convertido la manifestación en una violenta y por ende la policía debía actuar.

Otra expresión que escuché fue que el que arrastraran del pelo, de los brazos y de la mochila a las niñas era una forma normal de reducir a personas violentas. Ellas solo corrían para alejarse de las bombas lacrimógenas y cuando las agarraron ambas empezaron a gritar por la otra pidiendo que les dejaran verse y por la integridad de la otra. El video de esos hechos es desgarrador.

En medio del dolor que me produjo que abogados defensores utilizaran este tipo de argumentos que van contra la razón, que denigran a las dos jóvenes frente a ellos y que no se justifica como parte del ejercicio profesional del abogado defensor; hubo un hecho que me hizo pensar que la policía no solo es machista sino incluso misógina.

El juez hizo ver que en el mismo tramo del video en que están arrastrando a las niñas se puede observar a un joven que estaba detenido y que clamaba por su mascarilla. Un policía le da una mascarilla y cuando el joven le dice que no hacía nada y lo deja ir. Al mismo tiempo las niñas gritaban que no habían hecho nada y por la integridad de la otra. ¿Doble rasero? Claro, es la violencia que vivimos las mujeres en esta sociedad.

Todas esas violaciones de derechos humanos normalizadas en un tramo de menos de un minuto de las horas que duró la acción policial represiva; en una calle de una de las ciudades, en donde la policía obedeció órdenes ilegales que reflejaban la rabia de un Presidente que no quería escuchar las demandas por derechos que ejerció la población indignada ante el presupuesto aprobado a escondidas y reflejando intereses corruptos. No es un buen día para los Derechos Humanos.

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