Danilo Santos

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Politólogo a contrapelo, aprendiz de las letras, la ternura y lo imposible. Barrioporteño dedicado desde hace 31 años a las causas indígenas, campesinas, populares y de defensa de los derechos humanos. Decidido constructor de otra Guatemala posible.

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Danilo Santos

La historia va más o menos así. En la ejecución de su desenfrenada y delirante estrategia de quitarle el agua al pez, el ejército pasaba aldea por aldea buscando, acusando y haciendo escarnio público de quienes consideraba colaboradores de la insurgencia o directamente guerrilleros. Cortaban sus cuerpos con machete y echaban sal en las heridas, especialmente en la planta de los pies, los golpeaban brutalmente hasta dejar solo una masa sanguinolenta amarrada a una estaca en el centro del pueblo para que hombres, mujeres y niños observaran lo que pasaba a quienes los cuques consideraban Comunistas enemigos del Estado.

En una de esas ocasiones, un compañero llevaba ya varios días sobreviviendo amarrado a la estaca, porque para extender el sufrimiento y el “ejemplo”, los pintos dejaban que un familiar le llevara agua, solo agua, todos los días. Uno de esos, la hija más pequeña de aquel hombre, tendría unos 7 u 8 años, fue enviada a darle su ración de agua: debía dársela ella misma, intentar con cada sorbo alargar la presencia de su padre, quizá aliviar el dolor de sus heridas infectadas, de sus huesos rotos; ese fue el último día de aquel hombre que resistió al final y sostuvo sus ideales en contra del mal gobierno, del ejército asesino y la oligarquía criminal.  Mucho tiempo después, años, entre conversaciones familiares y de montaña, a aquella niña le fue revelado que el último día de su padre fue un acuerdo, para que no sufriera más, igual lo matarían o moriría por el estado en el que se encontraba; la muchacha ahora, no alcanzaba a entender lo del acuerdo y cómo se había procedido, lo cierto es que el agua que ella le llevó para calmar su sed y aplacar sus dolores, llevaba algún tipo de veneno usado en el campo. El impacto fue brutal, difícil de asimilar, prácticamente inaceptable.  Sin embargo, a medida que los años siguieron pasando y la situación en el país empeoraba, aquella niña, aquella muchacha, aquella mujer, ahora era guerrillera, y entendía perfectamente que hay que estar dispuestos a dar la vida por aquello que es justo, impostergable, inadmisible, siguió los pasos de su padre y fue una gran compañera. Ella también se fue, de manera más dulce, dolorosa, pero al final en circunstancias más humanas.

Este país parece seguir en la misma estrategia, quitándole el agua al pez, cualquier disidencia es atacada despiadadamente, y la joya de la corona del sistema, es que han triunfado tanto exponiendo en estacas a la insurgencia, al pez, que la población y los propios “compañeros y compañeras”, combaten a quien cuestiona, a quien lucha por sus derechos, a quien piensa y es capaz de criticar. En los últimos dos años se ha ido gente valiosa, casi irrepetible, y más allá de las sendas muestras de dizque aprecio en las “redes sociales” (que lo que menos tienen es ser redes y mucho menos sociales), muchos optan por criticar a las personas que se han ido y no a sus ideas, sumándose así, conscientes o no, a la noria del sistema, asumiendo una posición asquerosamente servil y burguesa.

A veces, el ostracismo es ese último sorbo que nos hace desaparecer y no incomodar.

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