Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82
Cada vez más encuentro puntos de coincidencia entre diversas personas que pertenecen a diversos sectores. Empresarios, indígenas, pocos funcionarios, exfuncionarios y hasta algunos políticos en privado reconocen que vivimos un momento de enorme fragilidad, pero tienen la capacidad de ver las oportunidades en medio de las amenazas.
La pregunta del millón es si lograremos que los extremos radicales dejen de dominar la narrativa para que podamos centrarnos en dos o tres acciones puntuales que nos permitan avanzar, generar puntos de encuentro y cerrar el paso a quienes siguen anclados al pasado, con sed de venganza y sin mirar al futuro.
La historia reciente nos demuestra que sin cambios al sistema los negocios solo cambian de manos, caen unos mafiosos, pero surgen otros que llenan los espacios, y el honrado, el que quiere hacer las cosas bien y el que ya entendió, se las ven a palitos porque el sistema da para eso.
Y entonces la gran pregunta es si tendremos la capacidad de articular ahora que todavía hay margen o nos va a pasar las de Nicaragua, que cuando se dieron cuenta en la que estaban ya fue demasiado tarde porque los que son siempre vuelven, y Ortega regresó a sus fueros.
Hay un consenso que vivimos enormes fragilidades y yo me resisto a pensar que no seremos capaces de hacer lo necesario. Cuando una empresa lo necesita, el líder maniobra, cuando una comunidad lo pide, el líder actúa y ahora no puede ni debe ser la excepción porque no actuar significa que la Guatemala de hoy, en medio de todos sus retos, se puede poner mucho peor.
Sé que no es fácil articular porque hemos sido entrenados, como sociedad, a sentir más normalidad en el disenso que en el consenso, pero no podemos hablar de un cambio nacional si no somos capaces de hacer los ajustes que se necesita para encarar las cosas con integralidad.
Noto un deseo de diversos sectores que la ley sea el árbitro que rija. Creo que hay más entendimiento que cuando los aventajados ven la ley más como un instrumento para romperla que cumplirla, las cosas se descarrilan porque entonces caemos en los escenarios propicios para los más fuertes, para los más inescrupulosos y los menos éticos.
Guatemala nos demanda la milla extra. Si queremos que el nuestro sea un país en el que los niños, propios y ajenos pueda vivir y desarrollarse, debemos atender los llamados y lograr consensos. La niñez no puede vivir con la referencia de un niño menor que perdió a su madre y a su padrastro en un campo de fut, porque la violencia está llenando el vacío que deja un Estado de Derecho en Pleno.
La cultura de incumplimiento de la ley está generando un peligroso monstruo que nos va a pasar por encima. Vea lo que pasa con el Presupuesto 2022, se lo reparten como que es piñata porque saben que no hay consecuencia alguna.
No quieren que elijamos diputados de forma directa en lugar de listados cerrados, porque saben que eso le da en la nuca al sistema, a los negocios que hacen para algunos tan rentable la política.
No conseguimos más vacunas pagadas, porque fue mejor mendigar y aliarse con una mafia rusa que es tan mala como el mismo COVID.
Y presionarán para que la elección del Fiscal General sea una llave de impunidad, cuando en realidad necesitamos transparencia en un proceso para lograr certeza y mandar el mensaje correcto a la población y a los inversionistas.
Ojalá, por el bien de todos, alejemos los fantasmas y nos pongamos de acuerdo.