Alfonso Mata
…Pues nuestra vida está inmersa dentro de una olla de presión. Si somos honestos y cumplidores, seremos expulsados por el sumidero de la corrupción. Si somos indiferentes, herviremos dentro de dicha olla. Al final, inevitablemente todos estamos sometidos a esa fuerza que actúa incesantemente sobre todos los estilos y modos de vida de nuestra nación. Se sea rico, se sea pobre, esa fuerza apellidada corrupción, a todos aplasta, sin que valga sepultar en lo más profundo de nuestro sentir y pensar pobreza, inflación, injusticias, violencia e indigencia. Ese constante deformar a favor de un vivir lastimoso, a unos más, a otros menos, pero a todos, nos desespera precipitándonos, a infracciones y tribulaciones de todo tipo, asfixiando nuestra razón y creando un forcejeo entre hombres y mujeres contra esa presión y condensando nuestro malestar en un único murmullo de: “ ¡Qué malos son estos tiempos…!”.
Somos un ejército de insatisfechos y desposeídos de voluntad, añorando los viejos tiempos de que hablaban otros; pero no pasamos de ser espectadores y protestar. Esta falta aparente de accionar, es una ventaja real solo para el malvado, que es el único que pasa de la ilusión de un ayer que se fue y de un mañana mejor, a un deseable hoy, que debe lograrse anulando al otro a como dé lugar. Por décadas hemos sido incapaces de imponer en la nación un orden razonable. La Historia de violencia que llevamos a cuestas, nos enseña que el rebelase significa un pago demasiado profundo y costoso como para dar espacio apropiado a la grandeza del alma humana. Nuestra historia nos enseña, que luchar por la justicia y la libertad ha sido cosa vana y por tanto, optamos por adaptarnos a vivir dentro de injusticia y servidumbre. Vale más vivir sufriendo, que morir por la patria, por lo que sea, es el grito de nuestra conciencia a nuestro diario vivir. Ya no somos capaces de probar el valor de la virtud, el sacrificio y heroísmo, pues nos es evidente, que el silencio rinde aunque sea poco.
Naturalmente, hay en nuestra patria unos pocos que aun los hipnotiza la creencia de que pueden existir mejores tiempos para muchos, pero esos pocos sin más armas que sus buenas intenciones y justo y ético pensar, son tildados de malévolos y perseguidos por aquellos que ven y piensan lo mismo, solo que para estos, esos mejores tiempos son de carácter personal y a costa más de lo arbitrario. Y viene acá lo insólito: son muchos, diríamos miles, los creyentes de que más inteligente es la superior visión de aquellos que van en pos de ser amos del mundo a toda costa, que la de los filósofos y teólogos, de que el bienestar humano es cosa individual y grupal; doctrina que en lugar de tratar de liberar al hombre de la historia opresiva, de velar por un compartir honesto y justo, más bien sugiere lo contrario, mostrando un claro escepticismo de cualquier viejo mandato ético y religioso. Realmente ¡Qué malos son estos tiempos…!.