Alejandro Giammattei sigue pidiendo a los jóvenes que se vacunen y afirma que en noviembre empezará la vacunación de niños de seis a once años para que puedan iniciar el siguiente ciclo escolar de manera presencial luego de haber recibido la inmunización correspondiente. El llamado y el anuncio son coherentes con lo que establece la ciencia y por lo tanto deben ser tomados en cuenta por la población porque es la forma en que podremos ir saliendo de lo peor de esta terrible pandemia que ha causado estragos a la humanidad y más en aquellos países donde la vacunación se ha dificultado, por la razón que sea.
Sin embargo, resulta que el llamado a los jóvenes para que se vacunen es inútil porque no hay vacunas y el anuncio de que se vacunará a los niños no está respaldado por ninguna negociación seria sobre la compra de las dosis de vacunas que se puedan utilizar y que según el anuncio de la FDA, deberá ser de la marca Pfizer y administrada en dosis menores a las que se utilizan para los adultos. Guatemala únicamente ha comprado vacunas por el mecanismo Covax, que no es ninguna maravilla y que deja mucho que desear, y las que se compraron a los rusos y que nadie sabe dónde están porque no se ha cumplido con ningún cronograma de entregas, además de que esa vacuna no está reconocida por la Organización Mundial de la Salud, lo cual es un gravísimo hecho que descalifica aún más la compra absurda.
Para lograr la inmunización de los jóvenes y de los niños hace falta que el gobierno sea más ágil y eficiente en la compra de vacunas que están aprobadas para ese segmento de la población. Muchos jóvenes ya se pusieron la primera dosis pero cuando llegan a los centros de vacunación a colocarse la segunda, la respuesta es siempre la misma: “No hay”, lo cual es terrible si entendemos que la completa inmunización no se alcanza sino hasta que ha sido inyectada la segunda dosis.
Vivimos pues en un país donde las palabras no corresponden con los hechos y se sigue engañando a la población con una demagogia tan barata que ni siquiera sirve para ilusionar a nadie porque está visto que los jóvenes que hacen su cola para recibir la segunda dosis tienen que volver a sus casas decepcionados por la falta de seriedad de un gobernante que, pese a las evidencias abrumadoras, sigue ofreciendo con una palabrería vacía que lejos de estimular lo que hace es frustrar.