Raul Molina

Guatemala, el “País de la Eterna Primavera” dejó de serlo. La primavera democrática duró apenas diez años, porque los intereses del imperio y de la derecha se coaligaron para detenerla e intentar destruirla. Después de ocho años de intervención estadounidense, la ciudadanía se cansó y estalló en las Jornadas de Marzo y Abril de 1962, por las mismas razones que existen hoy. Desmesurada corrupción de Ydígoras, como ahora con Giammattei; la entrega de la soberanía al imperio para acciones militares, imitada hoy por la subordinación a EE.UU. para frenar la migración y “regular” el narcotráfico; y medidas represivas para desarticular a la oposición y evitar la democracia, igual ayer que hoy. Por la represión para acallar la protesta social, se desató el conflicto armado interno. Al final de 1996, soplaron otros aires de primavera con la firma del Acuerdo de Paz Firme y Duradera; pero pronto fueron amainados, con la traición del CACIF, los politiqueros a su sueldo, como Arzú y sucesores, y la obediencia ciega de las fuerzas armadas. Veinticinco años de una supuesta “democracia”, que en vez de avanzar ha tenido enormes retrocesos, al punto que hoy se quiere destruir grandes logros de la Revolución de 1944.

Ha sido una democracia fabricada para no dar cuentas por los crímenes militares contra el Pueblo durante el conflicto armado interno y con el claro objetivo de derrotar “políticamente” a la URNG y sectores revolucionarios, al fracasar en derrotarlos militarmente. Una democracia entregada a la libre empresa, mediante el modelo económico neoliberal, que permite el enriquecimiento de unos pocos a cambio de la abyecta pobreza de las grandes mayorías. Una democracia en la que ningún proyecto político progresista tiene la menor posibilidad de triunfar, ni individualmente ni en conjunto. Esta “democracia”, su solución perfecta, terminó siendo un obstáculo para los sectores de poder. El asalto del Estado ha hecho pedazos las instituciones democráticas. La crisis actual, la más profunda del post-conflicto, puede encontrar distintas salidas. Alguien podría pensar en el magnicidio, tipo Haití, como le ocurrió a Castillo Armas; otros sugerirían un golpe militar como contra Ydígoras, Lucas y Ríos Montt; se piensa en la derrota del autogolpe de Serrano o la expulsión de Otto Pérez; y hasta se considera la reedición del 20 de Octubre. Los sectores de poder, sin embargo, recurren como siempre a la represión. El Estor es hoy un claro ejemplo del abuso brutal del Estado y grandes ricos. Frente a esto, el Pueblo tiene el derecho a la rebelión, sea por desobediencia civil, estallido social o insurgencia. Se le orilla a otro conflicto armado interno; no por las organizaciones revolucionarias de ayer, sino por decisión de las nuevas generaciones, aunque a plazo no corto. El Estado, que ostenta el monopolio de la violencia armada y la violencia institucional le apuesta a la indignación ciudadana, para producir un nuevo baño de sangre. Nos quiere llevar a otra confrontación, bajo la creencia de que tiene la ventaja. Con esta perspectiva, insto a la población a organizarse para la resistencia, condición necesaria en cualquier opción.

Raul Molina Mejía

rmolina20@hotmail.com

Nació el 20/02/43. Decano de Ingeniería y Rector en funciones de USAC. Cofundador de la Representación Unitaria de la Oposición Guatemalteca (RUOG) en 1982. Candidato a alcalde de la capital en 1999. Profesor universitario en Nueva York y la Universidad Alberto Hurtado (Chile). Directivo de la Red por la Paz y el Desarrollo de Guatemala (RPDG).

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