Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82

“El debilitamiento de la institucionalidad pública nos perjudica a todos, porque cuando cualquier ciudadano (sea quien sea) necesita y demanda la intervención inmediata de esa misma institucionalidad endeble, la actuación simplemente será nula o lenta”, expresaba ayer en Twitter el abogado Rootman Pérez.

Si no, pregúntele a familias que lloran a sus muertos a causa de la violencia, trabajadores que deben pagar la extorsión a diario, empresarios honrados que deben lidiar todos los días con actores que les gusta jugar “por debajo de la mesa”, ciudadanos que deben vivir con los “excesos” de las autoridades, personas que piden a Dios no encontrarse a una turba dispuesta a todo con tal de conseguir su objetivo.

Personas, jueces y empresarios que empiezan a sentir la represión de un Estado que está operando para acabar la poca institucionalidad en lugar de fortalecerla; seres humanos que están viendo cómo, en lugar de justicia, se propicia venganza en contra de aquellos que han “puesto el sistema en riesgo”.

Los guatemaltecos hemos aprendido a vivir siempre “viendo por encima del hombro”, pero ahora ya no es solo eso sino sabiendo que estamos presenciando una ruleta rusa y preguntándonos, ¿cuándo nos tocará a nosotros?

Hay un pacto entre la clase política y sus aliados particulares (que los hay de todos los sabores) por regresar las cosas al control total, cueste lo que cueste, pero hay muchas personas que se están empezando a dar cuenta que la voracidad no tiene límites y que se están creando cuervos que luego les sacarán los ojos a millones de guatemaltecos, incluidos a los que los crearon.

El sicario, el mafioso, el inescrupuloso no conoce límites. Lo que hoy siento que me beneficia mañana me terminará perjudicando. Hoy me puede alegrar que quiten a un fiscal o juez independiente, pero mañana esos fiscales y jueces que pongan en su lugar, serán los que usarán para “joder” a los que se bajen del carro cuando se den cuenta que vamos hacía la destrucción.

Quienes están alentando a Alejandro Giammattei, a los diputados del crimen, a Consuelo Porras, a Silvia Patricia Valdés y Cía; a Roberto Molina Barreto, Leyla Lemus y Cía, deben parar sus perversas intenciones porque están llevando el país a las llamas y poco falta para que esto se convierta en una tragedia que no se podrá detener.

Los guatemaltecos tenemos que tener la humildad para reconocer que, estando tan divididos, no tenemos espacio para una gran agenda de país. Nos queda centrarnos en las partes torales del presente y el futuro: vacunación masiva en el interior y para los menores de edad y que para el Congreso elijamos por nombres, por personas individuales y no por medio de listados cerrados que son la primera avenida de la mafia, del crimen, del tráfico de influencias, de la corrupción y la impunidad.

El país viene en picada y en estas condiciones no habrá “macroeconomía” que aguante, no alcanzarán las remesas para “sostener la penca” y el espíritu inquebrantable del guatemalteco quizá no alcance para la vorágine que han creado, que alientan y a la que aspiran a futuro.

Estamos llegando a niveles de desfachatez demasiado peligrosos y que revertirlos nos tomarán décadas, más miles de vidas perdidas y millones de empleos sin mantener o generar. Lo que está en juego es el alma del país y debemos demostrar que domina la sensatez, el deseo de seguir luchando pero con la inteligencia y la entrega necesaria, para enderezar el rumbo de este país porque lo demandan los niños de Guatemala a los que debemos ofrecerles algo mejor.

Pedro Pablo Marroquín

pmarroquin@lahora.gt

Esposo, papá, abogado y periodista. ¡Si usted siempre ha querido un mejor país, este es su momento de actuar!

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