Varios de los participantes en las manifestaciones y bloqueos para lograr el llamado resarcimiento para los que participaron con el Ejército en el Conflicto Armado Interno fueron enfáticos al decir que ellos aprendieron a hacer la guerra y que están dispuestos a usar sus conocimientos si no se les cumple con un pago que no tiene justificación ni legal ni moralmente. ”Todos andamos con nuestras botellas de gasolina con su mecha y le pegaremos fuego a este país si no nos dan lo que ofrecieron”, fue la expresión que se pudo escuchar y que se difundió por redes sociales y que llama a ver el problema en su justa dimensión. En primer lugar debemos saber quiénes “ofrecieron” ese exorbitante pago a cada uno de los que puedan acreditar su calidad de militares durante el conflicto y qué perseguían con ese generoso ofrecimiento.
La cantidad que reclaman es exorbitante y está fuera de la capacidad del Estado para poderla pagar sin comprometer seriamente al país en el marco económico porque nuestros ingresos tributarios no permiten cubrir una erogación de esa naturaleza ni de ese tamaño. En el Congreso serán escuchados la semana próxima y el “diálogo” será bajo la persistente amenaza de no sólo bloquear el país sino de destruirlo si es necesario, acabando con puentes y otros aspectos vitales de la infraestructura nacional.
El Conflicto Armado Interno que provocó tanto daño a Guatemala durante varias décadas terminó sin aportarle nada a la Nación porque a pesar del esfuerzo que se hizo por elaborar acuerdos de paz que pudieran atacar causas estructurales del conflicto, los mismos fueron olvidados maliciosamente y de esa cuenta lo único que dejó la confrontación fue el reguero de sangre que costó tantas vidas y el desplazamiento de muchísimas personas que huyeron de las brutales confrontaciones que se daban.
Es evidente que alguien tuvo la ocurrencia de utilizar a los exmilitares y expatrulleros para convertirlos en una nueva y útil fuerza de choque que pueda ser activada en momentos críticos de la realidad nacional y lo lograron con un ofrecimiento que atraía a cualquiera porque no estamos hablando de centenas de quetzales sino de millares para cada uno de los que se presenta y enrola, pero desde el punto de vista estrictamente económico es irreal el planteamiento y tendría gravísimas repercusiones aún para aquellos que supuestamente serían beneficiados, dado el terrible efecto inflacionario de una erogación como la que demandan quienes bloquean las vías sin recibir la misma crítica que por iguales hechos se hace hacia otros sectores.