Jonathan Menkos Zeissig
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Los negacionistas de la pandemia y los amantes de las teorías de la conspiración, los antivacunas, los toma-invermectina y los solo-es-gripona junto a los muchos poco informados le han hecho un enorme daño a la sociedad global y, en particular, a la guatemalteca. Entre estos, infortunadamente, han estado altas autoridades públicas, acompañadas por médicos desactualizados, “líderes religiosos” fundamentalistas, influenciadores y quienes lucran con la enfermedad y la muerte.
El avance rápido en el conocimiento global sobre el Covid-19 y en la búsqueda de soluciones efectivas para controlarlo podría evitar muchas más muertes si la ciencia se enfrentara solo con la ignorancia, pues esta se mitiga con una comunicación eficaz y la ampliación social del conocimiento. Sin embargo, la cuestión es más compleja cuando la ciencia se enfrenta al poder debilitado y poco legítimo de una administración gubernamental que inspira desconfianza al estar colapsada por la corrupción, nula planificación y, en el caso de los planes de vacunación, subsistiendo gracias a donaciones tras una mediocre y opaca negociación comercial de vacunas. La ciencia detrás de la lucha contra el covid-19 también se enfrenta en Guatemala a los amantes del mercado, codiciosos e insolidarios, que desean el fracaso de la acción pública pues se les hace agua la boca por dedicarse, sin restricciones ni regulaciones de precios, a vender las vacunas y los medicamentos contra el Covid-19.
Junto a mi familia -personas de entre 14 y 82 años, de diferentes religiones- hemos realizado el proceso de inscripción y las colas necesarias (con libro en mano) para ser vacunados con lo que ha habido: AstraZeneca, Sputnik, Moderna y Pfizer. Ahora le explico por qué lo hemos hecho.
Hemos leído los estudios que evalúan el impacto de las vacunas autorizadas para usarse contra el Covid-19, en todas sus variantes, y demuestran contundentemente que estas han ayudado a proteger a las personas y evitar que se enfermen gravemente. Sabemos que entre más personas estemos vacunadas, más rápido se puede reducir la propagación de la enfermedad. Asimismo, los riesgos de efectos secundarios, que todo medicamento tiene, son extremadamente mínimos en comparación con los riesgos, de salud y económicos, que enfrentan los enfermos de Covid-19.
La salud pública y la religión no chocan en cuanto al cuidado y la vacunación contra el Covid-19. Juan Manuel Medina, presidente de la Alianza Evangélica de Guatemala ha invitado a los guatemaltecos a seguir utilizando las medidas de bioseguridad como la mascarilla, lavando las manos, utilizar alcohol en gel, guardar el distanciamiento y respetar los aforos establecidos por las autoridades. Sobre la vacunación contra el Covid-19 ha dicho: “procedan a la vacuna porque necesitamos que pare la pandemia y cuidar la vida de cada uno de ustedes”. Por su parte, el Papa Francisco, en un video ha invitado a vacunarse contra el coronavirus: “gracias a Dios y al trabajo de muchos, hoy disponemos de vacunas para protegernos del covid-19 (…) Vacunarse, con vacunas autorizadas por las autoridades competentes, es un acto de amor. Y ayudar a que la mayoría de la gente se vacune es un acto de amor.”.
Sí, las autoridades públicas deben trabajar y poner en práctica un plan para lograr: Confianza, en las vacunas y los servicios de salud; Cálculo, para que las personas sopesen, según la información científica disponible, los costos y beneficios de vacunarse; Conveniencia, facilitar el acceso de las personas a la vacuna; Responsabilidad Colectiva, comprensión y voluntad de proteger a los demás mediante la propia vacunación. Mientras ese plan llega, si todavía no lo ha hecho: decídase hoy mismo. Vacúnese y vacune a los que quiere.