Raul Molina Mejia
Pasado está el bicentenario del Estado Criollo, sin motivo de celebración porque de la independencia política, declarada por los Criollos, se pasó a la dependencia económica de los imperios, particularmente de Estados Unidos al afianzarse el capitalismo. Este país, si bien no dejó de utilizar repetidas invasiones para garantizarse sus intereses económicos y geopolíticos –dominio del Mar Caribe y el Canal de Panamá– estableció como práctica de dominación su alianza con la clase alta, conformada por criollos, extranjeros y nuevos ricos –la burguesía que saca provecho de la riqueza acumulada a base de rapiña y sobreexplotación del trabajo. La estrategia imperial ha sido sostener a la clase dominante en el manejo nacional, que le garantiza sus intereses esenciales. Desde una perspectiva particularmente mestiza, desde los ladinos pobres, se viene planteando en Latinoamérica la necesidad de una segunda independencia, para salir de la esfera de dominación del imperio estadounidense, lo cual pasa, necesariamente, por poner freno a la dominación burguesa. Manifestaron y concretaron esta visión Fidel Castro y Salvador Allende en representación de los pueblos cubano y chileno y sigue siendo una aspiración de pueblos de todo el continente.
En Guatemala, dicha aspiración se convirtió en realidad durante los diez años de la Primavera Democrática, cuando se proclamó la condición de “no alineamiento” del país. Se abrieron relaciones económicas y diplomáticas con diversos países, tanto dentro de la esfera occidental como países socialistas y otros. Esta visión se recogió luego en la comunidad internacional con la creación del “Movimiento de No Alineados”, muy tarde para nuestro caso, ya entonces bajo duros regímenes de contrarrevolución y contrainsurgencia. Reconozco que en un mundo crecientemente globalizado la independencia económica es más difícil de alcanzar; pero pueden lograrse niveles de soberanía que permitan escapar a los condicionamientos del imperio, especialmente ahora en su decadencia.
En el siglo XXI las luchas de los pueblos indígenas han empezado a resquebrajar el Estado Criollo, que pocas veces les ha respondido. Con diversos grados de éxito se han propuesto modalidades distintas de utilización de los recursos nacionales, no centradas en la acumulación capitalista y la ganancia sino que en el “buen vivir”. Toda persona en el país debe tener garantizados tanto sus derechos civiles y políticos como sus derechos económicos, sociales y culturales; y los pueblos indígenas deben gozar de sus derechos fundamentales, para mantener y defender sus tierras, recursos y culturas. En Guatemala, se ha ido desarrollando, con el Acuerdo de Identidad y Derechos de los Pueblos Indígenas, el concepto de un Estado nuevo, que responda a las demandas de los cuatro pueblos y que en otros países se ha llamado Estado Multinacional. Para Guatemala es la superación del racismo, el machismo y el patriarcado y la plena validez del Estado multinacional, plurilingüe y multicultural previsto en el vigente Acuerdo de Paz Firme y Duradera. El primer paso indispensable es rescatar el Estado de la corrupción y la impunidad que rigen.