Jorge Raymundo
En el ambiente nacional se perciben todas las formas enunciadas en el título de este comentario. Para algunos, es un hecho histórico que hay que celebrarlo, éste como sinónimo de festejar con alegría y satisfacción. Es tirar la casa por la ventana. Es celebrarlo con pompa, porque hace dos centenares de años éramos súbditos del imperio español y pudimos romper las cadenas y nos declaramos libres, soberanos e independientes. Para este grupo de compatriotas para ellos es motivo de celebración porque de no haber sido por ese hecho histórico ocurrido hace un par de siglos, seguiríamos siendo dependientes de la “madre patria”. Sin duda son los que se vieron beneficiados desde un principio, de la soberanía y la libertad para oprimir y esclavizar a los demás que no son de su clase ni su estirpe. Son los ahora dueños de las grandes extensiones de tierra en Guatemala, los terratenientes y los que siguen explotando no solo la tierra sino a los desposeídos de este país. Son la minoría que mantiene un colonialismo interno y se beneficia de ello.
Para otros es un hecho histórico que hay que conmemorar como sinónimo de recordarlo. Porque marca la historia de un cambio simbólico pero que, en el plano de la realidad socioeconómica y política del país, nada cambió o a lo sumo cambió para unos pocos y esos mismos pocos siguen sangrando al país. Conmemorar también, para otros es una manera de festejarlo porque, de todas formas, aunque teóricamente, es un hecho que le dio sentido de país a esta porción del planeta. Aunque en el fondo, seguimos siendo colonia, ya no de la llamada madre patria, sino del imperio norteamericano. Para los académicos una forma de conmemorar este hecho histórico es analizarlo desde distintos enfoques y desde distintas disciplinas, aunque no hay mucho que celebrar o festejar.
Quizás para la inmensa mayoría de este país, este bicentenario de la llamada independencia más que celebrarlo o conmemorarlo, hay que condenarlo. Porque a partir de entonces, las formas de esclavitud que se vivieron durante la época llamada colonial, solamente cambiaron de forma, cambiaron de amo, pero las condiciones de vida de esclavitud y de opresión siguieron siendo las mismas y en muchos sentidos, peores que durante la dominación española. Porque durante esta época los despojos, la pobreza o la extrema pobreza, se agudizaron y se siguen justificando a favor de una élite depredadora. Por lo tanto, no hay nada que celebrar, no hay nada que conmemorar, más bien si hay algo que hacer, será para condenar una y mil veces. Para esta población, que es la mayoría que sufre los desmanes de la élite, en connivencia con los políticos corruptos y también depredadores, el llamado bicentenario, -repito- hay que condenarlo o simplemente ignorarlo.
Esa libertad, esa soberanía, esa emancipación, esa democracia que la élite enarbola en estos días, simplemente son palabras vacías de contenido, porque nunca se han traducido en realidades para mejorar las condiciones de vida de la mayoría de guatemaltecos. No hay nada que celebrar. Colegas maestros, no engañemos a nuestros niños y jóvenes, repitiendo poemas y canciones alusivas a un hecho histórico que en nada ha beneficiado a la mayoría de población.