Emma Raducanu se sentó en su banca en el estadio Arthur Ashe con su rodilla izquierda, según su propia descripción, «chorreando sangre».
Quizá fue un poco exagerado. Aun así, la británica de 18 años se había lastimado al caer detrás de la línea en el momento más inoportuno: al sacar por el campeonato del Abierto de Estados Unidos, en apenas su segundo torneo de Grand Slam en su naciente carrera.
Cuando se reanudó el encuentro, después de que un fisioterapeuta le limpió y vendó la cortadura, Raducanu estaba a punto de enfrentar un punto de quiebre en la final del sábado ante Leylah Fernández. Esto sucedió después de que Raducanu había desperdiciado dos puntos de partido en el juego previo. Podía haber sido el momento que perdiera el foco, que perdiera el camino. Que fuera abrumada por todo.
En cambio, este fue el proceso mental de Raducanu durante esa demora, una actitud que le va bien a la sorpresiva campeona en Flushing Meadows: «Creo que salí y realmente intenté pensar cuáles tenían que ser mis patrones de juego, lo que intentaría ejecutar. Enfrentar un punto de quiebre después de dos, tres minutos de interrupción no es fácil. Creo que logré controlar las jugadas clave cuando lo necesité».
Al igual como lo hizo durante toda su excepcional estadía en Nueva York. Su victoria 6-4, 6-3 sobre la canadiense Fernández — igual de brillante en un torneo en el que eliminó a la campeona vigente Naomi Osaka y otras tres mujeres preclasificadas en las últimas dos semanas — transformó a Raducanu en una estrella.
También es la primera jugadora en la era profesional, que inició en 1968, que superó la fase preliminar de un major para convertirse en la persona que levantó el trofeo al final. También es la campeona más joven de un Grand Slam desde Maria Sharapova que lo hizo en 2004 a los 17 años.
Esto no significa ciertamente que Raducanu está destinado a acumular múltiples títulos de Grand Slam y colocarse en la cima de la clasificación de la WTA, como lo hizo Sharapova. Hay un largo camino por recorrer para ambos logros, aunque Radunacu alcanzará la 23ma posición el lunes tras iniciar la temporada como 345 y el US Open como la 150.
Aun así, no se puede negar que sus tiros y el aplomo le permitieron a Raducanu ganar 10 sets para partido consecutivos, tres en las ‘qualies’ y siete en el torneo principal. Hace uso de un estilo de ataque desde el fondo, que utiliza la velocidad y anticipación, auxiliada por un espléndido revés y un fuerte forehand que le dio los tiros ganadores en la línea para cerrar el primer set y el quiebre que le permitió ponerse 4-2 en el segundo frente a Fernández.
También propicio para Raducanu: cómo asimiló su experiencia de Wimbledon, en su bautismo de Grande Slam hace unos meses atrás.
Pese que solo ha disputado un partido en la gira profesional — una derrota — accedió al cuadro gracias a una invitación del All England Club y no tardó en dejar su huella. Alcanzó los octavos de final, pero tuvo que abandonar ese partido al sentirse mareada y tener problemas para respirar.
Al día siguiente, Raducanu mencionó que «todo lo ocurrido me abrumó», pero también dejó esta advertencia: «Lo de anoche me ayudará muchísimo para aprender lo que se necesitar para rendir en el más alto nivel».
Aprendió rápido.
Alguien que recientemente completó sus exámenes de escuela secundaria olvidó lo ocurrido en Wimbledon y se puso manos a la obra.
«Wimbledon fue una experiencia tan increíble. Una cuarta ronda, segunda semana, no lo podía creer: Vaya logro», dijo Raducanu. «Pero seguía con hambre».