Juan Antonio Mazariegos

jamazar@alegalis.com

Abogado y Notario por la Universidad Rafael Landívar, posee una Maestría en Administración de Empresas (MBA) por la Pontificia Universidad Católica de Chile y un Postgrado en Derecho Penal por la Universidad del Istmo. Ha sido profesor universitario de la Facultad de Derecho de la Universidad Rafael Landívar en donde ha impartido los cursos de Derecho Procesal Civil y Laboratorio de Derecho Procesal Civil. Ha sido y es fundador, accionista, directo y/o representante de diversas empresas mercantiles, así como Mandatario de diversas compañías nacionales y extranjeras. Es Fundador de la firma de Abogados Alegalis, con oficinas en Guatemala y Hong Kong, columnista del Diario La Hora y Maratonista.

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Juan Antonio Mazariegos

El pasado lunes, ya en casa luego de cenar, se me ocurrió entrar a Facebook, quería ponerme al día de lo que había sucedido en la jornada y me apareció como tendencia una transmisión de Facebook Live del diputado Aldo Dávila, quien desde el Congreso de la República enfocaba a diestra y siniestra a sus pares y gritaba improperios a un impávido Presidente de esa institución, el cual, sin siquiera pestañar hablaba y hablaba por teléfono mientras esperaba una votación del pleno. Cuando me sume, éramos más o menos, 70 mil usuarios siguiendo la transmisión y cuando me retiré más de 230 mil cuentas veíamos el deplorable espectáculo. La trama, que serviría para reír, hasta que uno entiende que refleja la realidad de nuestro país y que la discusión era la aprobación de un Estado de Calamidad por la crisis de la pandemia de Covid-19 que día a día enluta a más familias guatemaltecas, no dejó nada a la imaginación de los usuarios de la red social.

En el Congreso, al resguardo de una mascarilla que protegía su impunidad, más que un probable contagio, el Presidente de la Junta Directiva mantenía, una tras otra, llamadas telefónicas, se supone, con distintos diputados en un “ejercicio de convencimiento” totalmente ajeno y distante, a un llamado a micrófono abierto en donde convenciera a los indecisos sobre la necesidad de aprobar un Estado de Calamidad, impulsado con un propósito, que de haber sido bueno, daba para horas y horas de argumentación política, de salud, de empatía social, de estrategia para pelear contra la pandemia, pero que lejos de eso, parecía ser un sórdido reclamo, súplica o negocio entre dos personas que transaban algo.

Puede parecer ingenuo o tonto, no entender que las cosas se hacen así, en el lugar donde se cocinan los negocios de la patria. Sin duda, como todos estamos acostumbrados a no rendir cuentas y que no se nos deduzcan responsabilidades, en casi ningún acto de nuestra vida, se puede entender que la forma es esa. También lo entiendo, pero no me gusta y no puede gustarme que nuestro futuro este ligado a ese razonamiento o a personas como esas que durante todo el tiempo que estuve en la transmisión nunca, en favor o en contra, siquiera mencionaron una alternativa a que hacemos entonces con la pandemia, con los enfermos y con las enormes necesidades que viven miles de personas hoy en nuestro país.

En ese escenario y con esos actores, si, la visión de la fruta podrida es posible, este país ya no se rescata si no se tira todo por la borda. Pero esa visión solo me puede invitar a buscar el rompimiento total del sistema o a largarme de este país como muchos otros lo han hecho. Esas son las salidas fáciles o a donde nos pueden empujar los intereses de otros que probablemente solo quieren aprovechar que este, es el único país del mundo donde la riqueza se redistribuye democráticamente cada cuatro años en las elecciones generales.

Lo único rescatable de una derrota, una adversidad o de un espectáculo como el del pasado lunes es el aprendizaje. Ese aprendizaje a mi juicio pasa por exigir las candidaturas por persona y no por lista para las próximas elecciones de Diputados, eso es una necesidad toral. Pasa por identificar y rechazar cualquier posibilidad de que estos u otros similares vuelvan a llagar al Congreso. Pasa por participar, exigir y denunciar, si no, simplemente Usted no encontró nada más que ver en Netflix el lunes por la noche y se entretuvo con esta tragicomedia como uno más de los 230 mil.
Juan Antonio Mazariegos G.

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