El personal médico, tanto doctores como enfermeras, está más que acostumbrado a lidiar con el sufrimiento ajeno que es el pan diario en su oficio y por ello impresiona tanto el angustioso llamado que profesionales de la medicina hacen tanto desde los hospitales saturados como los que están tratando de mover cielo y tierra para hacer entrar en razón no sólo a la gente, sino también a nuestros políticos, que no entienden la dimensión que ha alcanzado la crisis con la explosión de casos provocados por las nuevas y más virulentas variantes.
Duele mucho ver llorar a los deudos de las muertes por el Covid, muchas de ellas causadas por la incapacidad de las autoridades para conseguir vacunas e insumos, así como para dar información efectiva a la población. Dolor insoportable para quienes han trabajado sin descanso para salvarles la vida y terminan perdiendo la batalla. Pensar desde la perspectiva de esos profesionales de la salud nos obliga a entender que estamos llegando a situaciones límite en las que el cansancio se une con la frustración de no disponer siquiera de lo esencial para tratar a los enfermos que agonizan.
Ayer médicos expertos que están tratando de proponer medidas que puedan poner freno a esta ola de contagios fueron al Congreso, enviados por Giammattei quien les dijo que si convencían a los diputados él implementaría las medidas. Y tuvieron que escuchar sandeces de personas que le llevan la contraria a la ciencia y que se creen dueños de la verdad, pese a lo cual mantuvieron la compostura y con criterios eminentemente científicos fueron exponiendo las acciones que en otros países se han tomado para detener picos de contagios como el que ahora está viviendo Guatemala.
El mayor agravante que tenemos es el retraso en la vacunación, producto de dos cosas clave. La primera el mal negocio que se hizo con los rusos y la segunda la ausencia de efectivas campañas de orientación para la ciudadanía, dejando el campo abierto para que los que predican teorías de conspiración puedan inundar las redes sociales con mentiras que terminan confundiendo a una población que no encuentra la respuesta sensata que debiera venir de sus autoridades.
Muchos son los que están priorizando otros factores y dejando a un lado el epidemiológico. No entienden que el costo de perder irremediablemente vidas es mayor a cualquier costo económico y hasta emocional que pueda producirse. Hemos perdido demasiadas vidas que pesarán para siempre en la conciencia de Giammattei y su equipo, porque estamos a la cola en materia de vacunación.