Jorge Morales Toj
Hace algunas semanas, a través de las redes sociales hice un llamado a la ministra de Salud para que girara instrucciones a donde corresponde para hacer hisopados masivos en las comunidades rurales para identificar los brotes de covid en comunidades rurales del departamento de El Quiché, asimismo, para que impulsaran vacunación masiva en comunidades indígenas del área rural. Ese llamado en redes ha generado distintas reacciones que demuestran el racismo interpersonal en todos los ámbitos de la sociedad guatemalteca.
Las estadísticas no mienten e ilustran el racismo institucional del sistema de salud que afecta a los pueblos indígenas. El Vacunómetro formulado por FUNDESA del 25 de agosto de 2021, nos refleja que los departamentos de Alta Verapaz, Quiché, Totonicapán y Sololá son los últimos a nivel nacional que han recibido un promedio de 18% de población vacunada en primera dosis, y un promedio de 5% vacunación con esquema completo. Otros datos nos han mostrado que estos cuatro departamentos son habitados mayoritariamente por pueblos indígenas y son departamentos que concentran altos índices de pobreza y desnutrición.
Los departamentos que tienen mayor acceso a las vacunas son el Departamento de Guatemala en primer orden, Sacatepéquez, Quetzaltenango, El Progreso y Jutiapa, departamentos mayoritariamente con población mestiza y con menos concentración de pobreza y desnutrición.
Existen varios factores que seguramente repercuten en por qué los departamentos mayoritariamente indígenas no reciben la vacuna. La primera gran falla es que el sistema de salud históricamente ha sido débil y ausente de la ruralidad, la logística para llevar la vacuna a las comunidades rural es precaria y requiere de esfuerzos extraordinarios del personal de Salud, el segundo aspecto es la falta de información en los idiomas mayas de los esquemas de vacunación y el tercero, es el mecanismo de registro a través de la telefonía ha sido desafortunado para los pueblos indígenas, porque no todas las comunidades tiene acceso a la tecnología.
Otro factor que ha incidido negativamente en la vacunación, es a desinformación y el mal mensaje que han dado algunos líderes religiosos a las comunidades, lo que han generado mucha desconfianza, especialmente en adultos mayores.
El famoso “plan de vacunación”, no funciona. Tiene una visión centralista y no establece mecanismos de coordinación con actores locales como las municipalidades, los Cocodes, las autoridades comunitarias, las comadronas. No se ha tomado en cuenta a las Autoridades Indígenas de las distintas regiones del país, que son referentes inmediatos para las comunidades indígenas.
Hace una unos días, don Rosario líder comunitario de un municipio del departamento de El Quiché, me describió el calvario que vivió para ponerse la primera dosis de la Vacuna contra el Covid-19. Me contó que en una iglesia decían que “solo el poder de Dios podría salvarles del Covid-19” y que la vacuna “es la encarnación del mal”. Don Rosario tuvo que caminar dos horas para llegar al pueblo, para poder inscribirse en el Centro de Salud y volvió a los 15 días para para poder vacunarse. No dijo nada en la Iglesia y en la comunidad, pero su preocupación ahora, es a ver si logra conseguir la segunda dosis.