Alfonso Mata
Mientras la pandemia continúa fuera de control, son cada vez más los niños y jóvenes que se incorporan al sistema escolar ya sea en forma híbrida, o de burbuja, con o sin controles adecuados de parte del sistema de salud y educativo. Lo cierto es que niños y adolescentes regresan a la escuela. Pero a esos que regresan ¿Cómo les ha afectado su salud mental, el aislamiento y la agitación del último año y medio?.
Casi todos los educadores y psicólogos coinciden en calificar la pandemia como «Una disrupción sin precedentes en la vida de niños y adolescentes«. El cierre de escuelas, el aislamiento, la separación de familiares y amigos, el trauma social y la agitación económica de los últimos dos años, seguro que afectó su estilo de vida, su actividad, su pensar y socializar.
Pero a medida que los adolescentes y jóvenes entre 10 y 26 años regresen a patrones y lugares familiares, a muchos niños, padres y maestros les preocupa cómo esta disrupción sin precedentes haya afectado su salud mental y su desarrollo y entonces la pregunta se vuelve. ¿Qué sucede cuando este período entre la niñez y la edad adulta, normalmente marcado por un continuo crecimiento físico y emocional, se encuentra con los profundos cambios de comportamiento provocados por una pandemia?
Teniendo en cuenta los muchos factores estresantes que se pudieron haber sufrido durante la pandemia, no es sorprendente que veamos un impacto en la salud mental de los jóvenes, y eso es notorio y todos los sistemas de salud del mundo ya reportan que las visitas de adolescentes a las emergencias de salud mental aumentaron un 31%. Por su lado, los estudios sobre la salud mental de los jóvenes, apuntan a un aumento en el estrés, la ansiedad, la depresión y los intentos de suicidio en estos. También se ha señalado un poco de precaución sobre esto: sabemos que las redes sociales y los titulares de las noticias han estado llenos de especulaciones y declaraciones sobre el empeoramiento de la salud de los niños y adolescentes, pero existe preocupación legítima sobre que en esto puede existir algo de sensacionalismo y cabe advertir que no se debe asumir que la pandemia en solitario, ha provocado impactos negativos en la salud mental de todos los adolescentes y jóvenes. En muchos de ellos, los cumplimientos de las normas de distanciamiento social ha sido incompleta y a pesar de que no podamos negar que han sido estresantes para todos, para muchos y probablemente la mayoría, la situación es de un estrés tolerable. Por consiguiente, debemos estar claros que gran parte del impacto de la pandemia en la salud mental individual, depende en gran medida de las posibilidades del medio para un estilo de vida. Entonces: no podemos negar que la pandemia ha sido estresante para todos, pero, insistimos, probablemente en la mayoría este es un estrés tolerable.
Analizando datos de encuestas y mensajes de texto de adolescentes, sobre sus experiencias pandémicas, nos encontramos que no todos afirman que sus problemas de salud mental se originaron de la pandemia, claro que es deprimente no poder salir y hacer cosas nuevas o ver a los amigos, pero hay otras cosas que se agregan y hacen doler más y que tiene que ver con el comportamiento habitual de los miembros de la familia. De tal manera que no se puede descartar que aquellos que tenían vulnerabilidades de salud mental preexistentes, probablemente ya eran más vulnerables y menos capaces de lucha –como afirman algunos. Entonces, la salud mental en esas épocas y la actual se asocia a otro fenómeno: Vidas e identidades sociales.
Los adultos jóvenes están preparados para la interacción social siguiendo estereotipos de adolescencia y juventud. Los adolescentes dentro del impulso de pertenecer y comprender su mundo social, luchan por estar dentro y formar su estereotipo. Por lo tanto en la pandemia, era de esperar que fueran los menos cumplidores de las medidas de restricción social. Sabemos que los adolescentes realmente necesitan la conexión social y la usaron cuando pudieron –afirman y comprueban los estudios. De tal forma que, especialmente en niños y adolescentes, las limitaciones sociales impuestas a las relaciones, no poder ver a los amigos, fue la pared a superar y los adolescentes describen como lo más difícil para ellos durante la pandemia y el nivel de afrontamiento y solución favorable a ese impedimento, impacta sobre su sistema emocional y mental en formación. Esas adaptaciones en solitario o con desavenencias, con pérdida de vivencias fundamentales para su desarrollo, ya sea cosas tan sencillas como bailes y celebraciones grupales de todo tipo, pueden tener impacto en la salud. La interacción social es una pieza clave del proceso crítico que atraviesan los adolescentes para formar sus propias identidades, para comprender quiénes son y qué lugar en el mundo ocuparán como adultos y esto es un proceso activo de cooperación, comparación y aprendizaje. Como algunos dicen, hay en ese formar y ser, un vaivén activo. Estoy procesando información, pero también estoy respondiendo al mundo y luego obteniendo comentarios y aceptando situaciones. Dieciocho meses en momentos críticos de formación, pueden ser determinantes en conductas y entonces determinante el cómo se involucraron los adolescentes en este ir y venir durante los encierros o cierres de escuelas.
Pero no podemos ser tan dramáticos y hay que pensar que los nuevos impedimentos, las nuevas circunstancias, crearon nuevas oportunidades para probar nuevas versiones de uno mismo y probar cosas nuevas en formas que nunca las habríamos hecho, si no hubiéramos estado en estas circunstancias y en observar y evaluar resultados de ello. En definitiva, los adolescentes atrapados en casa durante la epidemia, también encontraron nuevas formas de definirse a sí mismos, utilizando el único grupo social disponible: sus hermanos y padres, quizá algunos vecinos. Ahora lo interesante resulta conocer y entender cómo se re-imaginaron ellos mismos y que resultó de ello.
Pero todos esos cuadros y escenas de vida no suceden en medios homogéneos, no permiten producir los mismos comportamientos. La mayor cerradura se da cuando hay graves limitaciones financieras y otras dificultades como drogadicción, violencia familiar en el medio en que se vive. Bajo esas circunstancias, el problema urgente del adolescente no es saber quién soy y que puedo hacer; el problema urgente es averiguar cómo voy a sobrevivir y no es raro en el mejor de los casos, que el desarrollo se ponga en pausa para los menos vulnerables y en un estado desastroso en los más vulnerables.
Entonces con la pandemia, lo que se ha activado en los adolescentes de una u otra forma, es la mecánica de riesgo y recompensa: aprender a aceptar y contener la toma de riesgos, que es una habilidad fundamental con la que deben lidiar todos ellos. La toma de riesgos recompensada con una dosis de dopamina, tiene un propósito muy adaptativo y es salir al mundo y explorar, y aprender de nuevas aventuras, pero esa mecánica que puede finalizar en triunfar o sucumbir, determina una conducta que en muchos casos se enfocó a realmente tomar riesgos con el virus, dejando a un lado el principio: No quiero transmitir [COVID-19] a los miembros de mi familia, por lo que estoy tomando las precauciones adecuadas.
El impacto de la pandemia en la salud mental está por verse. Los puntos a favor de la misma son que el cerebro adolescente es plástico y sigue cambiando.