Históricamente los sindicatos se ocupan y velan por los derechos e intereses de los trabajadores y esa es su propia esencia, pero a lo largo del mundo y de la historia se ha visto que los mejores sindicatos son aquellos que además de procurar la mejora de condiciones de trabajo se preocupan también por su entorno, por su comunidad y se sienten parte de lo que afecta y perjudica al resto de la población. Y en el caso de servidores públicos uno pensaría que al agremiarse estarían también preocupados por la calidad del servicio que deben prestar, demandando a sus autoridades, por lo menos, el cumplimiento de sus deberes esenciales hacia la población.
Un sindicato de maestros debiera preocuparse por los alumnos, por la calidad de la enseñanza y mientras más ganan ellos, mayor debiera ser la entrega. Anteriormente los maestros eran piedra angular de cualquier movimiento social, quizá porque por vocación y formación eran gente comprometida y acostumbrada a dar. Lo mismo se puede decir de un sindicato de salubristas, puesto que si son personas que trabajan para llevar salud a la población, debieran denunciar la corrupción que impide concretar ese servicio. Hoy en día en ambos campos los sindicalistas apañan la corrupción porque eso es lo que tienen que dar a cambio de la firma de los pactos colectivos.
Ayer sorprendió el Sindicato de Trabajadores del Instituto Nacional de Estadística con una denuncia muy seria que no se relaciona con aspiraciones laborales sino con ese sentido de deber y responsabilidad. El sindicato explica cómo es que se manipula, desde enero de este año, el Índice de los Precios al Consumidor en el tema de la Canasta Básica Alimentaria y la Canasta Ampliada, indicadores fundamentales para entender la realidad económica y especialmente cuando se trata de establecer, por ejemplo, cuál puede ser el ingreso mínimo vital, de pura subsistencia, para una persona o una familia.
Según el Sindicato la disposición de establecer una nueva metodología para esos cálculos no responde a ningún criterio técnico sino que es producto de un pacto (otra vez los malditos pactos) realizado con aquellos sectores a los que conviene dar la sensación de que el costo de vida y de subsistencia es menor.
Si el SITRAINE, que así se llama el sindicato, fuera como los de maestros y salubristas, le hubiera puesto precio a su silencio y en el próximo pacto colectivo pasan la factura por apañar la manipulación de los datos. En cambio, al denunciar la maniobra, rompen con los criterios “modernos” de sindicalización para volver a las raíces.