DUBÁI, Emiratos Árabes Unidos/AP
Los iraníes sufren otra ola de contagios de coronavirus, la peor en su país hasta ahora, mientras crece la indignación ante las imágenes de occidentales vacunados y sin mascarillas que ven en internet o en televisión, mientras ellos aún no consiguen vacunarse.
Irán, como buena parte del mundo, sigue muy por detrás de países como Estados Unidos en su campaña de vacunación, y apenas 3 millones de sus más de 80 millones de habitantes han recibido las dos dosis. Pero si bien en algunos países han sido la pobreza u otros desafíos lo que ha impedido conseguir las dosis, Irán se ha buscado algunos de sus problemas.
Después de que el líder supremo, el ayatolá Ali Jamenei, se negara a aceptar las donaciones de vacunas de países occidentales, la república islámica ha intentado producir los fármacos por su cuenta, aunque el desarrollo está muy retrasado respecto a otros países.
Los suministros de vacunas no occidentales siguen siendo bajos, lo que ha creado un mercado negro en el que se ofrecen dosis de Moderna y Pfizer-BioNTech por hasta 1.350 dólares, en un país donde la moneda local, el rial, está al borde del colapso. Entre tanto, las sanciones impuestas por Estados Unidos a Irán implican que el gobierno tiene fondos limitados para comprar vacunas en el extranjero.
Y mientras la variante delta del virus causa estragos y llena los hospitales ya sobrepasados del país, muchos iraníes han renunciado a utilizar mascarillas y a quedarse en casa.
La necesidad de ganarse la vida pesa más que el lujo del distanciamiento social.
“¿Qué será lo próximo? ¿Una sexta ola? ¿Una séptima ola? ¿Cuando se acaba?”, preguntó Reza Ghasemi, un repartidor de 27 años que iba sin mascarilla y fumaba un cigarro junto a su moto, en un día reciente en Teherán. “No está claro cuándo va a cambiar a mejor esta situación”.
Desde el inicio de la pandemia, Irán ha registrado casi 4 millones de casos de COVID-19 y más de 91.000 muertos, las cifras más altas de Oriente Medio.
Se cree que el coste real es mucho mayor. El parlamento iraní advirtió en abril de 2020 que su cifra de casos era “de ocho a 10 veces” mayor que los datos reportados, debido a que no se contabilizaban todos los contagios. Aunque la capacidad de hacer pruebas diagnósticas ha mejorado desde entonces, las autoridades han reiterado que los registros siguen muy por debajo de la realidad.
Es probable que la cifra real de muertos sea tres veces más alta, según funcionarios, porque Irán sólo contabiliza a los fallecidos en un hospital donde se les trataba por coronavirus.
Jamenei acabó en enero con cualquier posibilidad de que las vacunas británicas o estadounidenses llegaran al país al calificarlas de “prohibidas”.
“En verdad no confío” en esos países, dijo Jamenei. “En ocasiones quieren hacer pruebas” de sus vacunas en otros países, añadió.
La decisión, después de que Jamenei avivara teorías de la conspiración sobre el origen del virus en marzo de 2020, hizo que Irán se volviera sobre sí misma y tratara de desarrollar sus propias vacunas. Esos esfuerzos, que optan por vacunas tradicionales basadas en “virus muertos” en lugar del método de Pfizer y Moderna de atacar las proteínas del virus con ARN mensajero, aún no han llegado a la fase de producción masiva. Y aunque el gobierno afirma que sus vacunas tienen una efectividad del 85%, no ha publicado datos de sus ensayos clínicos.
Por ahora, la mayoría de los iraníes vacunados han recibido fármacos importados. Japón ha donado 2,9 millones de dosis de sus vacunas de producción local de AstraZeneca. China ha enviado 10 millones de dosis de fabricación propia. Irán también tiene un acuerdo con Moscú para comprar 60 millones de dosis de Sputnik V, pero por el momento Rusia sólo ha entregado algo más de 1 millón de dosis.
Los médicos fueron los primeros en vacunarse. Ahora el gobierno ofrece las inyecciones a personas de 50 años o más, taxistas, periodistas y diabéticos. Pero no ha bastado para cubrir la demanda. Apenas el 4% del público iraní está totalmente vacunado, según estadísticas del gobierno.
Las personas con permiso de residencia han acudido a vacunarse a Emiratos Árabes Unidos. Otros han viajado a Armenia, donde las autoridades ofrecen inyecciones gratuitas a extranjeros de visita. En Teherán, el rumor es que se venden vacunas de Pfizer y Moderna llegadas de contrabando desde Irbil, Irak, junto con los potentes refrigeradores necesarios para conservarlas.
Dos dosis de Moderna o AstraZeneca se venden por 390 dólares, mientras que dos dosis de Pfizer cuestan 1.350 dólares. Los que pagan confían en que los productos no hayan caducado, e incluso en que sean vacunas legítimas.
Mahsa, una mujer de 31 años en Teherán, dijo que había conseguido la vacuna de Moderna a través de un amigo de su novio, un médico que trabaja en una farmacia.
“Estoy segura de que la vacuna es genunina porque confío en el médico”, dijo.
Amirali, de 39 años y padre una bebé, dijo haber comprado inyecciones de la vacuna de AstraZeneca fabricada en Japón a un médico iraní que vacuna a gente de forma clandestina para ganar dinero. Amirali dijo haberse arriesgado porque su esposa, que tiene permiso de residencia permanente en Estados Unidos, se vacunó con Pfizer durante una visita a Estados Unidos.
“No estaba seguro de cuándo proporcionaría el gobierno vacunas para mi grupo de edad, de modo que decidí vacunarme yo mismo”, dijo.
Tanto Amirali como Mahsa hablaron bajo condición de que sólo se emplearan sus nombres de pila, por miedo a represalias de las autoridades.
Para los que no pueden pagar, todavía no hay vacunas.
El gobierno civil iraní, que está en pleno traspaso de poder al ortodoxo presidente Ebrahim Raisi, se ha visto sobrepasado por la crisis. Y dado que en el país también hay protestas por problemas económicos, desabastecimiento de agua y apagones, es probable que el gobierno quiera evitar más descontento.
“Quieren que aceptemos cualquier situación simplemente porque ellos no cumplieron con su deber con las vacunas”, afirmó Abbas Zarei, que vende accesorios para celulares en el norte de Teherán. “De vez en cuando anuncian que los negocios deben cerrar por restricciones del coronavirus aunque perjudique a nuestras vidas”.
“No es justo”, dijo Zarei, que como muchos en Irán, tiene problemas para ganarse la vida. “Ya me dan igual las restricciones”.