Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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Alfonso Mata

En 1969, en medio de la epidemia de disentería bacilar, un funcionario del MSPAS escribió a su superior: Los incapaces, en medio de la crisis pandémica, malversaron de fondos, quitaron al personal de salud alistándolo en la emergencia, descuidaron la atención a otras enfermedades y problemas de salud y añadió: los sistemas de proveeduría, de contratación y trabajo del recurso humano, formación de personal, en todos, se detecta anomalías en malversación de recursos y mal uso. Y sindicatos, traficantes políticos, funcionarios, todos están acusados de meter mano en la organización y funcionamiento del Sistema de Salud fuera de un marco legal, para sacar tajada de la situación. Hay anomalías detectadas desde conseguir contratos para la limpieza, pero también utilizar facturas falsas para retirar más dinero de la autoridad, reventa de medicamentos, compras anómalas y tratamiento insuficiente, inadecuado, a personas con enfermedades crónicas.

Otro funcionario en el 2009 comunicaba: Saltan los usos y abusos de la organización laboral, que coaccionan a algunos empleados a funcionar mal y a infringir la ley, pasando sus dirigentes muchas veces de líderes a ladrones y empresarios. Todo el sistema está podrido.

Lo cierto es que en pleno 2021, estamos navegando en medio de políticas totalmente erráticas en cuanto desarrollo humano, acompañado de medidas de gasto público, que desde hace décadas se distanciaron del diálogo social y de la sociedad civil y sindicatos que lo secundan, con distanciamiento también de la sociedad civil. En fin: cada quien jalando por su lado.

En estos momentos, todo eso viene dándose amparado por el manto de la globalización, que se ha convertido en una verdadera ideología para los poderes económicos y para un gran número de políticos de todo el mundo, que se oponen activamente a cualquier forma de regulación social o climática en un “tome lo que pueda sin pagar lo que debe: otros lo harán” donde la ley no es más que obstáculo a superar. Contra ese estado de cosas, brilla la solidaridad, que facilita el contacto, la discusión y la captación de miembros.

Solidaridad para el mal firme; para el bien, ausente. Y a si no puede haber ni siquiera diálogo entre facciones, algo que los norteamericanos no entienden y explica parte del fracaso de su política exterior.

Dentro de la globalización hay una actividad humana que ha cambiado rotundamente y que afecta el comportamiento humano: el trabajo; que ha caído dentro de la concepción del marco ideológico de la globalización: individualizar; dando lugar a que formas antiguas y nuevas o modificadas, lo que menos aseguran es estabilidad y crecimiento del individuo. En todos ellos hay desarrollo significativo de la individualización y cuando una sociedad carece de valores y es débil democráticamente como la nuestra, esa realidad a menudo conduce a la frustración y desesperación, al error y la delincuencia.

En resumen, condiciones de vida, educativas, de salud y laborales, han cambiado y siguen cambiando, sin promover el contacto y la coordinación y organización de sus miembros. En suma: estamos más que nunca enfrentados ante la dicotomía individuo-sociedad y esto no promueve nuestra supervivencia y crecimiento.

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