Emilio Matta Saravia
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Una de las industrias que más ha sufrido los efectos de la pandemia es la del turismo, principalmente por la restricción de movilidad, tanto a nivel nacional como internacional. Esta industria es muy importante para el país porque puede llegar a constituirse como una fuente generadora de empleo, divisas y prosperidad, sobre todo en el interior del país.
En cuanto al turismo interno, durante casi un año hubo importantes restricciones a la movilidad interdepartamental en el país para prevenir la expansión de contagios de COVID-19, lo cual golpeó significativamente a este sector. Se puede añadir que la falta de visión del gobierno para incluir a quienes laboran en dicho sector (todas las cadenas turísticas) dentro de los grupos prioritarios a vacunarse dentro del supuesto “plan nacional de vacunación”, así como la carencia de un plan estructurado y proactivo para su reactivación. Fue hasta que miembros del sector se pronunciaron en distintos medios, que el gobierno, como de costumbre, reaccionó “tarde, mal y nunca” como se dice.
Un tema importante para reactivar y desarrollar el turismo interno es el acceso desde las ciudades hacia los distintos centros turísticos en el interior del país, siendo las carreteras y los caminos un factor toral. Para el capitalino (en la ciudad de Guatemala y municipios aledaños se concentra la mayor cantidad de población con el mayor poder adquisitivo del país), si desea hacer turismo nacional por la vía terrestre, debe calcular, al menos entre 60 y 90 minutos solo para salir de la capital, es decir, del municipio, ni siquiera del departamento de Guatemala. A ello hay que sumar el tiempo que se toma en distintas paradas “obligatorias” como accesos a comercios o centros comerciales construidos sobre las carreteras, vueltas en U mal diseñadas y peor ejecutadas, o simplemente paradas de autobuses en la carretera principal, como ocurre en Villa Nueva y Amatitlán, por ejemplo.
Párrafo aparte merece el hecho que, de regreso a la capital, ya sea los domingos o días festivos por la tarde, al trayecto y a los obstáculos anteriormente descritos hay que añadir (si tomó la ruta al Pacífico) al menos una hora de cola en el peaje de Palín, lo cual es inaudito. Resulta que quienes administran dicho peaje, deciden tener únicamente 5 puestos de cobro en días y horas pico (fines de semana), en los cuales toma aproximadamente 30 segundos cada transacción. Valga decir que el tiempo de la transacción no es únicamente el tiempo que toma la FEL (factura electrónica), sino que inicia desde que un vehículo llega al puesto de cobro, hasta que se inicia la atención del siguiente vehículo, ya que se deben tomar en cuenta los tiempos de traslado, elaboración de factura, pago y vuelto (por la negligencia de cobrar los centavos). El Ministerio de Comunicaciones debería tomar cartas en el asunto para exigir a los administradores de dicho peaje la atención eficiente en horas pico de quienes pagamos por circular en dicha autopista, so pena de quitarles la concesión de la misma si no encuentran una solución efectiva.
Si el Estado otorga el privilegio de concesionar un servicio a una empresa, lo mínimo que el concesionario debería ofrecer, es un servicio de calidad. Que un trayecto de 135 kilómetros tome hasta 4 horas un domingo cualquiera, es un serio desincentivo al turismo.