Simone Biles encontró algo un poco más manejable que cargar con el peso del mundo sobre sus hombros.
Un bronce.
La superestrella de la gimnasia estadounidense ganó ayer su séptima medalla olímpica, la segunda en Tokio, con una tercera plaza en la final de viga de equilibrio una semana después de retirarse de varias competencias para tratar un bloqueo mental que le impedía girar en el aire.
Biles ejecutó a la perfección una versión ligeramente más sencilla de su rutina habitual ante un público que incluía al presidente del COI, Thomas Bach. El bronce, con el que revalidó el puesto conseguido hace cinco años, la iguala a Shannon Miller como las gimnastas estadounidenses más laureadas.
«Esta se siente mejor que la medalla de bronce en viga de Río porque hice una buena rutina en viga», dijo.
Tras su ejercicio, con una salida sin giros en el aire, obtuvo una puntuación de 14,000. Fue suficiente para subir al podio por detrás de las chinas Guan Chenchen, oro con 14,633, y Tang Xijing, que se quedó con la plata con 14,233 puntos.
«Estaba nerviosa pero me sentí bastante bien», añadió Biles.
La campeona del programa completo individual, la estadounidense Sunisa Lee, terminó quinta. Lee, de 18 años, se despide de Tokio con tres medallas luego de la plata en la final del concurso completo por equipos y el bronce en asimétricas.
La brasileña Flávia Saraiva terminó séptima tras un error al principio de la rutina por el que estuvo a punto de caer de la viga.
Biles llegó a la pista del Centro de Gimnasia de Ariake 90 minutos antes de la final, vestida con un leotardo rojo, blanco y azul con casi 5,000 cristales. Si estaba nerviosa, no se notaba. Calentó como un día normal en el gimnasio que tiene con su familia a las afueras de Houston, saltó dos veces a la viga para repasar su rutina y clavó su salida ante los aplausos del público y el zumbido de docenas de cámaras.
Biles llegó a Tokio como la figura emblemática del contingente estadounidense y quizás de los propios Juegos.
Pero la brillantez que mostró con tanta facilidad durante su reinado en el deporte, se desmoronó tras la ronda clasificatoria del 25 de julio. Dos días después, abandonó la final por equipos tras su primera rotación en el potro.
Más tarde dijo que sufría un bloqueo mental conocido en la gimnasia como «twisties», o episodios de desorientación en los que le cuesta trabajo tomar consciencia de en qué lugar se encuentra su cuerpo en relación con el suelo y se retiró de la final del programa completo individual y de las de aparatos, a excepción de la viga.
Su decisión puso el foco en la necesidad de cuidar la salud mental en el deporte, y especialmente entre los deportistas olímpicos. Uno más de la creciente lista de movimientos que Biles, de 24 años, ha defendido durante su ascenso al estrellato.
«Pongan su salud mental y su seguridad por encima de todas las cosas», dijo Biles.
Aunque no ha anunciado oficialmente su retirada, le espera un largo parón.
«Necesito procesar estos Juegos Olímpicos primero», afirmó la gimnasta.
Si la del martes fue su despedida oficial, fue en sus propios términos. Como gran parte de sus ocho años en la élite, en los que ha ampliado los límites de la gimnasia y ha alcanzado un nivel de éxito reservado normalmente a velocistas como Usain Bolt y nadadores como Michael Phelps.
En otras de las finales de la jornada, el chino Zou Jingyuan se coronó campeón olímpico en paralelas tras recibir una puntuación de 16,233, la más alta en los nueve días de competición. En el podio estuvo escoltado por el alemán Lukas Dauser, plata con un ejercicio de 15,700 puntos, y por el turco Ferhat Arican, que fue tercero.
En la barra fija, el japonés Daiki Hashimoto se colgó el oro tras superar al croata Tin Srbi? y a Nikita Nagorni, del Comité Olímpico de Rusia, playa y bronce, respectivamente.