Eduardo Blandón
Creo en el poder de la sociedad civil y el imperativo moral que nos obliga a salir a las calles y protestar contra la infamia de la fiscal general, Consuelo Porras. Dejar la comodidad del hogar para hacer visible nuestra inconformidad no es un acto estético para decorar portadas de periódicos, sino para hacernos sentir con la intención de procurar los cambios que el pueblo necesita en circunstancias de latrocinio generalizado en los tres poderes del Estado.
La comunidad internacional nos está dando la razón. Ayer, el gobierno norteamericano, a través de la Portavoz Adjunta del Departamento de Estado, Jalina Porter, ha explicado que con la salida de Sandoval, su país ha “perdido la confianza en la fiscal general y en sus decisiones e intenciones de cooperar con el Gobierno de Estados Unidos y luchar contra la corrupción de buena fe”.
De igual modo, Naciones Unidas expresó su preocupación por la destitución del fiscal Juan Francisco Sandoval. “La capacidad de los fiscales para llevar a cabo sus funciones sin intimidación o interferencias inapropiadas es un requisito esencial para dar respuesta y prevenir la corrupción y la impunidad», declaró el portavoz de Naciones Unidas, Farhan Haq.
En consecuencia, vamos por la vía correcta. Tenemos que gestar el cambio posible para rescatar a Guatemala de la senda de la corrupción. Es una tarea puntual que, sin embargo, debe ser producto de un plan más amplio para expulsar a las mafias del poder. No hacerlo distrayéndonos en escaramuzas haría de nuestras conquistas, a veces demasiado costosas y hasta cruentas, victorias pírricas.
Por ello, conviene no perder de vista el futuro. Considerar, por ejemplo, las próximas elecciones generales, las iniciativas que se impulsan desde el Congreso y los posibles cambios en los diversos organismos del Estado. La sociedad civil debe interesarse más en lo que ocurre con acciones que superen el conocimiento noticioso.
Estar en guardia con actitud de prevención evitará escenarios indeseados cuando ya nada se puede hacer. Como cuando llegamos a las elecciones y los ciudadanos tienen (tenemos) que votar entre un malandrín, Alejandro Giammattei y una pícara, Sandra Torres. En esa situación, es demasiado tarde revertir el destino que hemos permitido.
Es fundamental, por tanto, que al trascender la indignación que nos lastima, actuemos desde una racionalidad con un proyecto de mediano y largo plazo. No basta, por ello, (aunque es urgente) pedir solo la renuncia de Consuelo Porras, señalar su venalidad y procurar su salida inmediata, también debemos pensar en acciones integrales que afecten en verdad el mejoramiento de las condiciones del país.
Esto requiere además, qué duda cabe, de cierto remozamiento intelectual. Ya no solo el sentido crítico que reclame con celo la verdad, sino la comprensión de que se lucha contra la corrupción. Si logramos ese estado de gracia entenderemos que lo ideológico interesa mucho menos que la voluntad por construir un país mejor para todos.