Encerrados en un hotel de Washington, los legisladores demócratas que se fueron de Texas para bloquear una legislación que restringe el derecho al voto llevan una vida llena de tensiones y recriminaciones.
Luego de irse del estado el lunes para impedir la aprobación del proyecto en la Cámara estatal de Representantes por falta de quórum, más de 50 legisladores tratan de hacer mil cosas al mismo tiempo: promueven incansablemente su causa en la capital e intentan cumplir con obligaciones profesionales y familiares, todo bajo los reflectores de las cámaras.
Muchos dejaron hijos pequeños en Texas, donde la mayoría realizan otros trabajos. Todos duermen poco.
«Es algo surreal», dijo el representante Gene Wu, de Houston. «No puedo describir lo extraño que es todo esto».
Wu dijo que se dio cuenta el revuelo que había causado el éxodo de legisladores cuando llegaron en un avión privado al aeropuerto de Dulles el lunes y escuchó a un grupo de turistas alemanes que decían que habían arribado los legisladores fugitivos de Texas.
Su objetivo es resistir hasta que termine la sesión legislativa especial, el 7 de agosto. El gobernador republicano de Texas Greg Abbott, no obstante, puede convocar otra sesión a los 30 días. Abbott, por otro lado, amenazó con arrestar a los legisladores cuando regresen a Texas.
Mientras tanto, los legisladores texanos se movilizan en el Congreso y en la Casa Blanca, promoviendo medidas a nivel federal que dejen sin efecto las leyes estatales.
La legislatura estatal de Texas es un organismo que funciona a tiempo parcial y paga un sueldo de 7.200 dólares mensuales. Esto quiere decir que la gran mayoría de los legisladores viven de otros trabajos.
Los legisladores dicen que tienen jornadas de 16 horas en Washington. Dan entrevistas, cabildean y tratan de encontrar tiempo para cumplir con sus obligaciones profesionales.
«Tenemos muchos abogados, que participan en vistas vía Zoom», dijo la representante Erin Zweiner, de Austin.
La pandemia del COVID-19, curiosamente, preparó un poco a los legisladores para trabajar a la distancia. «Sin esa preparación, a muchos les hubiera costado seguir ganándose la vida», señaló Zweiner.
No todos, no obstante, tienen profesiones que les permiten trabajar vía Zoom.
Algunos legisladores dicen que su presencia en Washington representa un desastre financiero para ellos porque no pueden realizar sus trabajos. Wu, un abogado con dos hijos pequeños, afirmó que no sabe si podrá pagar la hipoteca de su casa a fin de mes.
El representante John Bucey, de Austin, vino a Washington con su hija Bradley, de 17 meses, y su esposa Molly, quien está embarazada. Manejaron 23 horas sin parar en ningún sitio, en lugar de tomar un avión porque Bradley es demasiado pequeña como para llevar tapabocas en el vuelo.
«Es duro», dijo Bucey. «No tienes quien te cuide la niña. Mi esposa trabaja. Yo también».
Zweiner vino a Washington con su hija de tres años Lark, «por razones tanto prácticas como sentimentales», según dijo. El trabajo de su esposo le impedía ocuparse de la niña y a Zweiner no le gustaba la idea de separarse de ella.
Ahora Lark es una pequeña estrella del universo de Twitter: Se la vio en un encuentro con la senadora de Nueva York Kirsten Gillibrand y vio la película «Frozen» en un iPad, sentada en la falda de una colaboradora de Gillibrand, quien le dio un cuaderno para que pintase.
Zweinder dijo que Lark soportaba estoicamente la situación, pero reconoció que el jueves, después de cuatro días en Washington, la pequeña «se sentía un poco irritable. Necesita hacer una vida de una niña de su edad».
La escapada a Washington conlleva algo más que sacrificios familiares. Algunos demócratas ya están sufriendo las consecuencias políticas de su actitud. El presidente pro tempore de la legislatura Joe Moody fue despojado de ese cargo el jueves.
Esa es una de las formas en que los republicanos tratan de presionar a los legisladores demócratas. El presidente de la cámara baja estatal Dade Phelan dijo que tendrá un avión listo en Washington este fin de semana para traer de vuelta a los demócratas y Abbott lanzó una campaña publicitaria enfocada en legisladores ausentes que podrían ser vulnerables en las elecciones de mitad de término del año que viene, colocando sus rostros en cartones de leche.
«No hay excusa para esta patraña publicitaria. Me sumo a miles de texanos que exigen que estos demócratas vuelvan a trabajar», dijo Abbott.
Las reuniones inacabables han tenido resultados mixtos por ahora. El jueves los legisladores texanos se encontraron con el senador Joe Manchin, un demócrata moderado cuyo voto es vital para que se apruebe una legislación sobre el derecho al voto que anule el proyecto que los republicanos promueven en Texas.
«Fue una reunión muy positiva», dijo Manchin.
La aprobación del proyecto, sin embargo, dependería de que se debilite una maniobra obstruccionista conocida como «filibuster», que requiere 60 votos para aprobar la mayoría de las leyes en el Senado nacional. Los republicanos la usaron el mes pasado para bloquear la iniciativa. Y Manchin rechazó la idea.
El gobernador de Texas acusó a los legisladores de «divertirse en un viaje pagado por los contribuyentes.
«No vinimos de vacaciones», respondió el senador José Menéndez. «Preferiría estar en casa con mi familia. Estamos aquí para cumplir con una misión».
Los representantes dicen que están demasiado ocupados como para salir a cenar, llevar a sus hijos a museos o realizar cualquier otra actividad típica de los visitantes de Washington.
El objetivo de los demócratas es presionar al presidente Joe Biden y al Congreso para que se apruebe una ley federal sobre el derecho al voto. Al día siguiente de la llegada de los legisladores texanos, Biden dijo en Filadelfia que los esfuerzos de los republicanos para dificultar el voto eran «antiestadounidenses» y «antidemocráticos».
Los legisladores dicen que costean sus viajes con donaciones y se debate si deben seguir cobrando su per diem de 221 dólares diarios.