Durante casi 20 años, la Base Aérea de Bagram fue el corazón del poder militar estadounidense en Afganistán, una pequeña gran ciudad rodeada de cercas y muros antibombas a una hora de camino al norte de Kabul. Lo que fue al principio un símbolo de la campaña de Estados Unidos para vengar los ataques del 11 de septiembre de 2001 se convirtió en el centro de la guerra contra el Talibán.
En los próximos días los últimos soldados estadounidenses partirán de Bagram. Dejan lo que todos los que han tenido relación con la base, sean estadounidenses o afganos, consideran una herencia agridulce.
«Bagram se convirtió en una instalación militar tan gigantesca que, como pocas otras bases en Afganistán e incluso Irak, se volvió símbolo y ejemplo de la frase ‘ampliación de la misión'», dijo Andrew Watkins, analista sénior sobre Afganistán del International Crisis Group con sede en Bruselas.
El Comando Central dijo la semana pasada que el cierre está completo en más del 50% y avanza rápidamente. Funcionarios estadounidenses han dicho que el retiro total finalizará para el 4 de julio, Día de la Independencia de Estados Unidos. Las fuerzas afganas ocuparán Bagram para continuar la lucha contra el Talibán, y lo que muchos temen será una nueva caída en el caos.
La partida está pletórica de símbolos. Uno de ellos, y no el menor, es que por segunda vez un invasor de Afganistán pasa por Bagram.
La Unión Soviética construyó la base aérea en los años de 1950. Al invadir Afganistán en 1979 para respaldar un gobierno comunista, la usó como base principal para defender la ocupación del país. Durante 10 a los soviéticos combatieron a los muyahidín, calificados de combatientes por la libertad por el presidente Ronald Reagan, que los consideraba una fuerza en la primera línea del frente en una de las últimas batallas de la Guerra Fría.
La Unión Soviética negoció su retiro en 1989. Tres años después, se derrumbó el gobierno pro-Moscú y los muyahidín tomaron el poder, pero a continuación se enfrentaron entre ellos y mataron a miles de civiles. En ese caos subió al poder el Talibán, que tomó Kabul en 1996.
Al heredar Bagram en 2001, Estados Unidos y la OTAN la encontraron en ruinas, un conjunto de edificios destartalados, llenos de huecos de cohetes y balas, con la mayor parte de la cerca perimetral destruida. Era el resultado de las batallas entre el Talibán y los caudillos rivales que se retiraron a sus enclaves en el norte.
Tras desalojar al Talibán de Kabul, la coalición, con la colaboración de caudillos aliados, inició la reconstrucción de Bagram, al principio con estructuras temporarias que se volvieron permanentes. Su crecimiento fue explosivo, hasta ocupar casi 80 kilómetros cuadrados.
«El cierre de Bagram es una gran victoria simbólica y estratégica para el Talibán», dijo Bill Roggio, investigador sénior en la Fundación por la Defensa de las Democracias.
«Si el Talibán logra tomar el control de la base, ésta servirá para alimentar su propaganda durante años», dijo Roggio, que dirige la publicación de la fundación.
Sería también como ganar la lotería militar.
La gran base tiene dos pistas de aterrizaje. La más reciente, de 4.000 metros de longitud, fue construida en 2006 a un costo de 96 millones de dólares. Hay 110 lugares para estacionar aviones, protegidos por muros antibombas. GlobalSecurity, que estudia asuntos de seguridad, dice que hay tres enormes hangares, una torre de control y varios edificios auxiliares. La base tiene un hospital de 50 camas, tres quirófanos y una moderna clínica dental. Hay gimnasios equipados y restaurantes de comida rápida. En otro sector hay una prisión, detestada y temida por los afganos.
Jonathan Schroden, del instituto estadounidense de investigación y análisis CNA, calcula que más de 100.000 personas pasaron un tiempo significativo en Bagram a lo largo de los últimos 20 años. «Bagram sirvió como base para la experiencia bélica de un gran sector de efectivos militares y contratistas en Afganistán», dijo Schroden.
Para los afganos del distrito de Bagram, una región de más de 100 aldeas que viven de sus huertos frutales y cultivos, la base ha sido una gran fuente de empleos. El retiro estadounidense afecta a casi todas las familias, según el gobernador distrital Darwaish Raufi.
Los estadounidenses han entregado algunas armas y pertrechos al ejército afgano. Lo que no se llevan, lo destruyen y venden a los traficantes de chatarra en torno de Bagram. Nada utilizable debe caer en manos del Talibán, dicen.
Raufi dice que muchos aldeanos se han quejado sobre el hecho de que los estadounidenses dejan su chatarra.
«Hay algo tristemente simbólico en la manera como Estados Unidos ha abandonado Bagram. La decisión de llevarse tanto y destruir tanto de lo que resta revela la urgencia con que Estados Unidos quiere partir», dijo el analista Michael Kugelman, del Wilson Center.
«No es el mejor regalo de partida para los afganos, incluso los que ocuparán la base».
Roggio dice que el estatus de la prisión es una «gran preocupación», ya que muchos de los presos son dirigentes talibanes o miembros de Al Qaeda, el Estado Islámico y otras milicias. Se cree que hay unos 7.000 presos en la cárcel.
«Si cae la base y ocupan la prisión, esos detenidos pueden engrosar las filas de los grupos terroristas», dijo.