La expresión usada para titular esta nota editorial no es una metáfora. Literalmente las primeras lluvias de este año están causando tantos estragos que no sólo nos inundamos sino que literalmente nos estamos hundiendo como lo demuestran sucesivos agujeros que se producen y que son resultado de la incapacidad para dar mantenimiento a la obra de infraestructura en término de manejo de las aguas pluviales y/o servidas. La gestión municipal se ha caracterizado a lo largo de muchos años, en todo el país, en la realización de obras de relumbrón que ayudan a la reelección de los alcaldes que se convierten en caciques de sus comunidades, por lo que no se realizan inversiones en trabajos que no son visibles para el grueso de los electores y de esa cuenta es que todo lo que está enterrado está también olvidado.
Si a eso sumamos que la obra que se hace es, en su inmensa mayoría, para producir reparto de coimas entre contratistas y funcionarios, tenemos que entender que el desbarajuste que hay en la red vial y en toda la obra pública, que no aguanta ni siquiera un aguacero, es producto de que hace muchos años que el Estado abandonó sus fines esenciales porque cayó presa de mafias que se enriquecen con el manejo de los fondos públicos.
Muchos pensamos que Guatemala se está hundiendo por culpa de la corrupción y que por ello miles de compatriotas emigran a los Estados Unidos en busca de oportunidad de trabajo que les permita alimentar a sus familias. Pero resulta que gráfica y visiblemente se puede ver ese hundimiento con las primeras lluvias de un invierno que se presenta copioso y que, seguramente, hará más estragos de los que hemos podido presenciar hasta ahora.
Y la capacidad de reconstruir es algo que tampoco tenemos, como se puede demostrar tras los daños de las tormentas Eta e Iota, mismas que sirvieron para generar estados de calamidad que solo sirvieron a los que saben cómo hacer negocios, pero no a los pobladores de las regiones más afectadas por las sucesivas tormentas.
Todo ello en medio del manejo de la pandemia que ya no tiene parangón en el mundo y que se sigue manifestando en forma de verdad pavorosa y angustiante por la falta de interés de las autoridades para siquiera conseguir la donación de vacunas que puedan salvar algunas vidas. ¡Das tristeza, Guatemala, al ver a dónde te han llevado esos pactos que se vienen haciendo para repartirse el dinero público y dejar en abandono a millones de personas!