Alfonso Mata
Los microorganismos que provocan las infecciones en el hombre, se caracterizan por ser bastante inespecíficos en cuanto a su preferencia de huéspedes, su potencialidad patogénica, su amplia distribución y su acción, en que el saneamiento y hábitat humano así como climas y otras características ambientales y condicionantes diversas, favorecen la oportunidad de su adquisición y su diseminación.
Algunos microorganismos son bacterias, otros virus, hongos y parásitos. Algunas bacterias son componentes de la flor indígena o autóctona y no hacen mal; otros por el contrario cuando penetran y se establecen, dañan y producen lesiones y enfermedad.
Algunos son más frecuentes en unas zonas que en otras y las características del huésped y el ambiente favorecen a unas y no a otras. Otro factor a considerarse en el aparecimiento y permanencia de microorganismos dentro de la población son sus hábitos y costumbres relacionadas con un estilo de vida y su disponibilidad y acceso a los servicios de salud.
En todas las regiones y países del mundo, para tipificar presencia y ausencia de microorganismos, su incidencia y prevalencia, su vigilancia y seguimiento, se suele trabajar en los laboratorios nacionales. Los laboratorios no sólo sirven para identificar y tipificar infecciones, sino para darle seguimiento a las acciones e intervenciones implementadas para su control. En Guatemala, el desarrollo de laboratorios nacionales de salud abarca décadas, siendo su mayor auge paralelo a los programas de intervención a partir de los años cincuenta del siglo XX. Si bien se hicieron y hacían trabajos para el aislamiento de microorganismos en los huéspedes y en el ambiente, buscando su incidencia y su prevalencia, especialmente en casos de diarrea, todo el trabajo era más institucional [hospitalario] y poco se hacía en población general representativa más que en estudios de brotes y muy poco, prácticamente nunca en alimentos naturales o de origen humano o en animales o aguas. En muchos aspectos, las limitaciones y falta de visión política, no les permitió llegar más lejos.
Es a finales del siglo XX que el laboratorio nacional de salud surge con auge y en la actualidad se encuentra organizado dividido en tres unidades que dan soporte al programa de vigilancia nacional de epidemiología. La unidad denominada ACRE es “La Unidad Central de Referencia para la Vigilancia Epidemiológica (UCREVE) aporta al sistema de salud, la evidencia científica que fortalece la vigilancia de los eventos que afecten a la población guatemalteca. Garantiza la calidad y especificidad de la información para la toma de decisiones en el diseño e implementación de intervenciones de prevención, control y respuesta oportuna a eventos emergentes y reemergentes. Por consiguiente, en estos momentos es la que vigila el comportamiento del virus SARSCoV2 dentro del territorio nacional que es el que da origen al COVID-19.
La unidad de medicamentos “emite una evaluación de conformidad o informe de ensayo que aseguran la calidad, eficacia e inocuidad de los medicamentos y productos afines”. Y entre ello ve la calidad microbiológica del medicamento.
La unidad de alimentos es la: “herramienta analítica que utiliza el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social, para monitorear y ejecutar acciones que regulan la inocuidad alimentaria en nuestro país”. Y tiene que ver con la microbiología de los alimentos.
El laboratorio nacional de salud se encuentra certificado por la Organización Mundial de la Salud -OMS- como un Centro Nacional de Influenza -NIC- formando parte de una red mundial para la vigilancia del comportamiento de este virus, y durante diez años ha mantenido el estatus de certificación y reconocimiento a nivel mundial. Es un laboratorio reconocido como preparado para el procesamiento y la identificación de COVID-19, y para dar respuesta inmediata con resultados confiables mediante los protocolos avalados por la OPS/OMS a las pruebas de PCR que en la actualidad ejecuta y ha orientado a las unidades ejecutoras del MSPAS de como recolectar, enviar muestras e interpretar resultados.
¿Qué limita la acción de esta unidad dentro de la problemática nacional de trabajo de esta unidad en cuanto a infecciones?
Son varios aspectos que se deben considerar en cuanto a sus limitaciones en alcances. En primer lugar, hay que considerar que es parte de un proceso del sistema nacional de salud denominado Vigilancia Epidemiológica, que como se puede ver en el siguiente esquema, está constituido por tres secciones dentro de la cual los laboratorios vienen a ser una parte como se puede ver en el siguiente esquema que se ejemplifica con las enfermedades de trasmisión sexual
En todo el proceso de vigilancia, su gobernanza es un factor crítico. No existe un proceso social y político interno fuerte de cara a resolver la problemática infecciosa. Por tanto, no cabe esperar una línea clara de rectoría y gobernanza al respecto, que ponga dentro del centro del actuar nacional del sistema y sus unidades el problema infeccioso. Esta situación contribuye en buena parte, a crear una falta de unidad en la planificación y ejecución, de las unidades de vigilancia y de esa manera diluye su eficiencia y efectividad en la problemática pero también limita la comprensión de ésta y por consiguiente, a una subutilización de todo el sistema, que reduce la capacidad de desarrollo de estrategias adecuadas para enfrentar las infecciones y a una falta de coordinación adecuada en los planes de ejecución.
El otro elemento fundamental para una mal uso de este recurso, es la forma de organización del sistema nacional de salud, que funciona totalmente fragmentado y segmentado y con grandes limitaciones en cuanto a coordinación y accionar del recurso humano, generando una serie de intereses ajenos a los planes y estrategias nacionales de la lucha contra las infecciones, provocando todo ello, una anarquía de conducción y ejecución (aunque los programas de vigilancia conforman líneas específicas de acción para sus metas, en la realidad, éstas no son seguidas de forma establecida). Lo vivido durante la actual pandemia es una clara demostración de lo dicho.
La información epidemiológica es poco comprendida política e institucionalmente dentro del sistema nacional de salud y de mal uso e interés para la planificación de cada nivel de atención de la problemática infecciosa que se consolida más en un enfoque biomédico que en el preventivo y sanitario, volcando recursos y capacidad técnica a ello. A lo anterior hay que añadir una pobre coordinación de respuesta entre los recursos humanos de todas las unidades.
Finalmente y no por ello menos importante, tenemos el componente de financiamiento y recursos. Este afecta a todas las estructuras del sistema de vigilancia y a esa limitación se añade, que los recursos no se evalúan ni tampoco se sitúan en función de efectividad y eficiencia hacia un fin y no es extraño que se produzca una depredación interna entre unidades por recursos e inversiones. Por consiguiente, resulta evidente que al analizar inversiones y recursos versus respuesta, resalta a lo largo de la historia de la vigilancia, que no hay capacidad ni de respuesta sostenida ni de ampliación de programas. A lo que se añade ante las metas que deben lograrse, un desequilibrio entre recursos asignados y disponibles y recursos necesarios. Resultado: el desastre nacional de la lucha contra las enfermedades infecciosas. Clara evidencia de eso, la estamos viviendo con el COVID-19.