Alfonso Mata
Antes de decidir qué hacer ante una situación, debemos entender los términos; en nuestro caso, saber exactamente que decimos con pandemia. Cuando un brote de enfermedad, atraviesa fronteras internacionales y se propaga por una amplia región, lo llamamos pandemia. El término «pandemia» nos dice que el brote está ocurriendo en muchos lugares, pero no dice nada sobre su gravedad. Debido a su amplia distribución geográfica, las pandemias suelen afectar a un gran número de personas. Si bien generalmente pensamos en las pandemias en relación con enfermedades graves que amenazan la vida, incluso los brotes de enfermedades leves podrían cruzar fronteras y convertirse en pandemias. Lo cierto es que llevan un riesgo. El riesgo describe la probabilidad con la que ocurrirá un resultado de salud (generalmente un evento adverso). Los profesionales de la salud, el riesgo lo expresan comúnmente como un número decimal entre cero y uno, aunque ocasionalmente se convierte en un porcentaje.
Entonces estudiar la pandemia y riesgo se vuelven los retos para el salubrista. Se busca la meta de actuar para que la pandemia no agrave ni cause daño mayor a las formas y estilos de vida de personas y a la nación. Se llama a gente experta para que oriente. Estudiar en este caso, es un ciclo de predecir-formular-evaluar-ajustar.
Lograr un consenso de expertos es difícil, muy difícil, cuando se habla sin evidencias científicas y probabilísticas: hablan, pero no se ponen de acuerdo porque son mentes críticas y sin datos, se pierden. Una camarera se acerca a un grupo de expertos: ¿De qué están discutiendo?». Sensibilidad», dice uno de ellos. «Es el número de grados C que la superficie de la Tierra se calentará con una duplicación del CO2 en la atmósfera. ¿Es 2, 3, 4? …» La camarera arranca varias hojas de su libreta de pedidos y entrega una a cada uno de los expertos. «Cada uno de ustedes escribe un número por sensibilidad. No lo compartan y si todos sacan el mismo número, les traeré su cerveza gratis por el resto de la noche». Los expertos cumplen. Ella mira sus números: son todos iguales. A pesar de las sutilezas, todos tenían el mismo sentido de cuál es probablemente el número de «sensibilidad» climática. Obtienen cerveza gratis por la noche. Saber discutir sobre lo mismo y tener un objetivo en mente, es fundamental.
Entonces el trabajo con una pandemia empieza desde antes que ésta aparezca. Desde fijar que se hará primero: identificar el primer brote y ver que se hará para aislarlo se vuelve primordial. Los funcionarios de salud deben tomar medidas para aislar a las personas que se relacionan con ese brote y tratar de aislarlo y controlarlo y si el brote se expande, tratar de prevenir la propagación, cuidar a las personas de riesgo y curar a las que sufrirán el daño. Pero para hacer bien todo eso, hay que conocer posibilidades y magnitudes que ayuden a limitar y entender qué pasa si se hace o deja de hacer algo. De tal manera que se vuelven tareas inevitables: identificar el daño, conocer cómo se diseminará la pandemia, a cuántos atacará, cuántos se complicarán, qué necesito para enfrentar la pandemia. Y entonces para el análisis, puedo utilizar como fundamentos, lo que está pasando en otros países con la pandemia o lo que ha sucedido en otras: cómo se contamina la gente, qué pasa cuando hacen una cosa o dejan de hacer otra; es decir, me baso en la experiencia y ocurrencia de otros y mezclo esa experiencia con la situación real, para tratar de determinar lo que puede ocurrir. Simulo para saber qué hacer.
Y para simular, se necesita crear modelos. El uso de modelos ha demostrado ser necesario en la preparación el seguimiento y evaluación de las epidemias y lo que se hace es plantear varios escenarios con distintos objetivos para las distintas etapas de la epidemia, que respondan con bastante aproximación «si hago tal cosa qué obtengo y si hago tal otra qué y si dejo de hacer» y para medir eso, uso indicadores empíricos como casos primario, caso detectado, reportados, letalidad, fallecimientos y otros, que permiten predecir situaciones de interés y visualizar la conducta a corto y largo plazo de la pandemia desde el hogar, el nivel local, hasta el nacional y medir el efecto de lo que se está haciendo o dejando de hacer.
De tal manera que los expertos han desarrollado tres modelos básicos que se pueden usar a lo largo de la epidemia: un modelo discreto para predecir a corto tiempo lo que sucederá si no se toman medidas pero a la vez si se toman ciertas medidas y en diferentes escenarios, con lo que determino la carga que tendrá lo que haga o deje de hacer, sobre el sistema de salud. Este es un modelo básico con ecuaciones discretas, centrado en susceptibles-expuestos-infectados-removidos, población umbral, inmunidad colectiva, número reproductivo, intervalo serial, tiempos de incubación y derrame en la dinámica de la enfermedad infecciosa. Un modelo con esas mismas variables llamado estocástico, me permite en tiempos reales, saber lo que está pasando con la pandemia y con mis medidas político-sociales y biomédicas y realizar los ajustes necesarios; y otro tipo de modelo, permite ser aun más selectivo en áreas especificas como urbanas rurales y zonas ecológicas. Todos esos modelos, toman en cuenta elementos socio-ambientales y políticos como: el papel de la población, la movilidad y la conectividad de las redes de transporte, la organización y funcionamiento de los servicios, en la propagación de epidemia y sus consecuencias, las medidas que se están adoptando, las variaciones climáticas, etc.
En resumen: los modelos pueden servir para predecir (simular) un acontecimiento y su comportamiento probable y para seguirlo y evaluarlo. Los resultados que se obtienen de cada modelo, son simulaciones que se hacen a partir de «qué pasa sí y en dónde», útil para enterarnos con mucha verdad sobre lo que pasará. Los modelos determinísticos y estocásticos son de utilidad en la predicción de curvas de comportamiento, perdiendo utilidad si se hace reclutamiento asincrónico y se tiene persistencia de una endemia alta, pero otros modelos funcionan mejor en esas situaciones, capturando mejor la asimetría de la curva epidémica.
Podemos decir entonces, que los modelos han demostrado gran utilidad en el seguimiento de una epidemia: en su planificación de cómo atenderla y como evaluar resultados y colocar recursos con distintos objetivos en distintas etapas de la epidemia «si usted hace esto, obtendrá esto; si deja de hacerlo esto» «tiene que invertir en esto para obtener esto». Permiten predecir situaciones de interés y visualizar la conducta a corto y largo plazo de esta pandemia a diferentes niveles.
De manera que los modelos matemáticos juegan un papel importante en el seguimiento de las epidemias para el monitoreo y predicción de epidemias, para comprender y monitorear la dinámica de la COVID-19 y contribuir a la toma de decisiones, ayudando a racionalizarlas y a predecir eventos importantes en el curso de las mismas como: aumentos (máximo y disminución) de la incidencia su divulgación y a estimar gastos. Sabía usted que el sabio Daniel Bernoulli utilizó un modelo para evaluar la efectividad de la variolación o sea el efecto de la vacunación en 1766 y que nosotros hemos sido incapaces de hacerlo teniendo mejores herramientas a mano. Hasta la actualidad, se han desarrollado una gran cantidad de modelos y conceptos matemático-epidemiológicos para estudiar y seguir el comportamiento de diferentes enfermedades infecciosas en la población. Nosotros carecemos de la infraestructura adecuada para hacerlo, a pesar de que las enfermedades infecciosas son de alta prevalencia en nuestro medio y consumen altísima cantidad de dinero público y privado.