El representante Jason Crow, un exránger del ejército que fue enviado tres veces a Irak y Afganistán, dice que le tomó tiempo dejar de estar pendiente de todo lo que sucedía a su alrededor al regresar de la guerra hace 15 años. Pero retomó ese hábito luego del ataque del 6 de enero al Congreso.
Crow se vio atrapado en la galería alta de la sala donde sesiona la Cámara de Representantes cuando partidarios de Donald Trump trataban de derribar la puerta de ingreso para impedir la certificación de la victoria de Joe Biden en las elecciones presidenciales.
Afirma que jamás se hubiese imaginado, «ni en un millón de años», que se sentiría inseguro en el Capitolio, pero que desde el ataque retomó algunas costumbres de su época de militar, como mirar constantemente por el espejo retrovisor cuando maneja y tratar de ver si una persona porta armas. Igual que casi todos los legisladores, ha recibido amenazas de muerte.
«No hay dudas de que la gente está nerviosa», dijo Crow, añadiendo que las amenazas de afuera «lamentablemente son hoy una realidad de la vida de los legisladores».
Esas amenazas se han más que duplicado este año, según la policía del Capitolio, y los miembros del Congreso dicen que temen por su seguridad personal más que antes del ataque del 6 de enero. Varios afirman que reforzaron las medidas para proteger a sus familias. Un proyecto de ley contempla dinero para cubrir esos gastos y otro propone la creación de una comisión bipartidista para investigar el ataque. Los demócratas, sobre todo, dicen que ambos proyectos son vitales para superar el trauma asociado con lo vivido el 6 de enero.
«Esto fue un ataque armado a nuestra democracia y yo soy un testigo. Una víctima y un testigo», declaró la representante Annie Kuster, quien recibió tratamiento por un estrés postraumático. También quedó atrapada en una galería y escuchó a los sublevados que trataban de derribar la puerta de ingreso a la sala de sesiones muy cerca de donde ella se escondía.
Kuster dijo que pensó que moriría ese día, hasta que la policía logró evacuarlos. «Una comisión tiene que investigar lo sucedido. La policía del Capitolio salvó nuestras vidas ese día y merece más apoyo», manifestó.
Los demócratas dicen que la creación de una comisión bipartidista que investigue el ataque es más importante que nunca en vista de que algunos republicanos están restando importancia a la insurrección, afirmando que los sublevados que golpearon salvajemente a los policías e irrumpieron en el Congreso destruyendo puertas y ventanas eran gente pacífica.
Muchos republicanos que inicialmente cuestionaron a Trump por arengar a sus partidarios ese día ahora guardan silencio o repiten la mentira de que le robaron las elecciones.
El representante republicano Andrew Clyde dijo la semana pasada que los sublevados parecían estar realizando «una visita turística normal». Su correligionario Paul Gosar expresó que una mujer que murió baleada por un policía cuando trataba de romper una ventana para ingresar al salón donde sesionaba la Cámara de Representantes había sido «ejecutada» y sostuvo que el Departamento de Justicia hostiga a quienes son arrestados por los incidentes.
Por su parte el representante demócrata Dan Kildee, quien dice haber sufrido también de estrés postraumático, afirma que «cuesta escuchar» esos comentarios tras haber vivido lo que vivió. Asegura que recibe muchas amenazas desde la sublevación, en particular cuando habla por la televisión. Algunas amenazas, dijo, son específicas y creíbles.
Los proyectos de ley bajo consideración asignarían más dinero para reforzar las medidas de seguridad en el Congreso y combatir las amenazas.
Igual que otros legisladores, el representante republicano Rodney Davis dice que la sensación de inseguridad aumenta cuando está en su distrito, donde hay menos medidas de protección. El Congreso está hoy rodeado de un cerco y hay soldados de la Guardia Nacional apostados. Uno se siente «más seguro que nunca», expresó Davis. Pero las cosas cambian «cuando uno no está en el Capitolio» y va a su distrito, que «es de donde vienen la mayoría de las amenazas», según sospecha.
Davis sabe de lo que habla. Fue uno de varios legisladores republicanos que jugaban al béisbol hace cuatro años en Alexandria, Virginia, cuando un individuo hirió de bala al representante Steve Scalise y a otras cuatro personas. Y en el 2019 la policía detuvo a un individuo que «amenazó con hacerme volar la cabeza», dijo Davis.
Varios legisladores están incrementando las medidas de seguridad. El representante demócrata Jim Himes dice que usa la alarma de su casa más a menudo y se maneja con mayor cautela. «Sin duda me siento más inseguro desde el 6 de enero», declaró.
Kuster cuenta que pasó momentos «muy, muy difíciles», sobre todo porque recibió una amenaza de muerte apenas regresó a su casa en New Hampshire tras la insurrección. Su casa era el lugar donde «generalmente me siento segura».
Cuenta que habla seguido con colegas que sufrieron de estrés postraumático y que algunos de ellos todavía no lo han superado.
«Necesitamos un plan de seguridad que nos haga sentir seguros», manifestó Kuster.