Por Ana Lucía González
agonzalez@lahora.com.gt
Una caravana de aventureros se internó en el noroeste de la selva petenera durante ocho días. Fueron un grupo de 28 personas, divididas en ocho autos de doble tracción, que recorrieron cientos de kilómetros y durmieron en campamentos para conocer el parque Laguna del Tigre y dos sitios arqueológicos importantes: Perú Waká y Piedras Negras, este último en el borde del río Usumacinta, en la frontera con México.
Esta es la crónica de viaje donde el fotoperiodista Ángel Elías y el agrónomo Rony Chalí comparten sus experiencias y recomendaciones, para quienes gustan de conocer los lugares más remotos e impresionantes del país. Un viaje para acercarse al legado de la civilización maya.
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RUMBO AL NORESTE
El primer punto de destino es la aldea El Remate a la orilla del lago Petén Itzá, en el municipio de Flores y con espacios aptos para acampar. La distancia desde Ciudad de Guatemala es de 471 kilómetros, con un promedio de ocho horas de viaje en vehículo.
A las seis de la mañana del segundo día, el grupo se dirige con destino al sitio arqueológico de Perú-Waká, en las orillas del río San Pedro, dentro del Parque Nacional Laguna del Tigre. Su nombre significa “lugar empinado o ciudad empinada con afluentes”.
Uno de los puntos de referencia es la comunidad Paso Caballos, una aldea de refugiados de unas 50 familias, a unos 70 kilómetros de distancia. El recorrido continúa hasta la “Estación Las Guacamayas”, que les ofrece un buen almuerzo y unas horas de respiro para continuar el viaje.
Luego de unos seis kilómetros de ruta, se llega a la ciudad de Perú Waka. El lugar para pernoctar es el campamento de los guardabosques, en la ribera del río San Pedro.
“Hasta que llegamos a Laguna del Tigre pudimos apreciar mejor la selva. Gran parte de este territorio se ha convertido en zona de pastizales y cultivos para los pobladores de Paso Caballos que habitan en las comunidades cercanas. Por un lado, veíamos cultivos de maíz, calabaza y frijol, del otro lado del camino la selva”, comenta Ángel Elías.
Las temperaturas en el mes de abril rondaban los 38 a 39° centígrados, en un entorno de zancudos, altas temperaturas y los ruidos característicos de la selva, que en la noche son capaces de intimidar hasta al más valiente. “Es majestuoso sentir que la naturaleza es la dueña del entorno”, expresa Chalí.
El tercer día de viaje la caravana se vio obligada a regresar a la aldea El Remate debido a un desperfecto mecánico de uno de los vehículos.
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EN RUTA HACIA EL USUMACINTA
El cuarto día el grupo sale con destino a la Cooperativa Técnica Agropecuaria, ubicada en el municipio Las Cruces. y sobre la ribera del río Usumacinta, frontera con México. La ruta abarca 175 kilómetros en camino de terracería en buen estado. Esta es una cooperativa de retornados por el conflicto armado donde sus pobladores se dedican al turismo comunitario. Se encuentra una estación de aduanas, puesto que se ha convertido en un paso importante de migrantes centroamericanos hacia México, explica Elías.
La comunidad a su vez está asentada sobre un sitio arqueológico. “Tienes tres montículos y un complejo de observación astronómica. Las personas son conscientes y lo cuidan”, cuenta Elías. Dispone de hoteles pequeños, aunque a los aventureros la cooperativa les facilita la cancha de basquetbol para armar el campamento.
Llega el quinto día y la caravana sale a las seis de la mañana para tomar las lanchas que los llevarán por el río Usumacinta hacia su siguiente destino: el sitio arqueológico de Piedras Negras.
Durante tres horas y media recorrieron 70 kilómetros en lancha. “Impresiona la espesa vegetación y la cantidad de selva que todavía se ve. Observamos especies como tucanes, distintas especies de aves, monos y lagartos dentro del río”, comenta Ángel.
Piedras Negras, también conocido como Yo’ki’b que significa “agujero”, tuvo una ubicación estratégica durante el periodo Clásico, por ser una ruta comercial. A pesar de su aislamiento, se le considera uno de los sitios más importantes, y su arquitectura una de las más hermosas del mundo maya.
No es un sitio plano, sino ascendente. Se ubica sobre uno de los rostros de la montaña y fue construido sobre plataformas. En el último nivel se encuentra un mirador donde se observa las dos regiones del río. Se le llamó Piedras Negras por el tipo de piedra que tiene el río, que al estar mojada se vuelve oscura.
Al parecer es uno de los sitios que ha sufrido mayor cantidad de saqueos, a pesar de ello, se encuentra en buenas condiciones, con senderos bien trazados y la mayoría de los monumentos cubiertos de vegetación.
“Quedé maravillado con tanta hermosura tan poco conocida y que muy poca gente tiene oportunidad de ir. Impresiona la majestuosidad del río Usumacinta, conocer el cenote Macarinero, un lugar refrescante y totalmente virgen, donde pudimos observar, a lo lejos, cocodrilos. Vale la pena”, afirma Chalí.
En los días seis y siete, el grupo empaca de regreso, con una parada de descanso en las Cuevas de Candelaria, antes del retorno a la capital.
Recomendaciones
• Los viajeros recomiendan hacer este tipo de recorridos en grupo, mínimo de tres a cuatro vehículos. No solo por la seguridad, sino por el acompañamiento si hay desperfectos mecánicos.
• Previo al viaje tomaron pastillas para prevenir el paludismo.
• Organizar previamente la logística del viaje.